11.9.05

180°

Como cambian las cosas. De un momento a otro, en un segundo, la vida da un giro de 180°. Hoy tenía pensado escribir una columna chistosa, como hace tiempo no lo hacía (en parte por la cantidad de sucesos que han inundado mi vida y la confusión interna que he tenido) y relatar la buena y chistosa tarde que había tenido…terminó mal, aunque, afortunadamente, no terminó tan mal como aparentaba que podía terminar...

Llegué hace 20 minutos a mi casa. Es sábado por la noche o más bien domingo a la 1:13 am. Trataré de relatar todo tal y como sucedió, aunque mi cabeza está muy caliente y no tengo ganas de ser muy descriptivo:

Me desperté tarde. Salí a vender mi nueva joyería –tenía una cita para enseñarla- y de ahí partí rumbo al Duma, donde me esperaban Esponda, Fofo, Grillo, Mckay y Arvizu. En verdad, no me cansaré de insistir –por lo menos no hasta que me hagan caso y ya saben que puedo ser muy insistente- en que siempre que Arvizu esta envuelto en nuestros planes algo termina mal (recordemos aquella vez en Bar Río que lo relaté en esta columna, hagan click y no dejen de leer el comment que me escribió aquella vez Esponda para que chequen otra de las ironías que rodean mi vida).

Recuerdo que llegué una hora y media tarde al Duma. Para entonces ya se había acabo dos botellas de Barcardi Razz (vamos imaginando) y le dije a Mckay: “wey, esto va a terminar mal”. Siempre he dicho –y me lo han dicho- que tengo boca de profeta, pero a veces me sigo sorprendiendo. Del Duma nos fuimos a casa de Hironobu para festejar su cumpleaños. Ahí volaron todas las botellas que existían en la reserva, fueron como 6. Alguien, no se quién, metió la idea de que teníamos que ir a El Hotel –si, la bodega con el candelabro en medio- y yo comenté que no traía más que $70, todo lo cual me dijeron que no importaba, Arvizu se ofrecía a pagar mi cover y a seguir pagando por alcohol. Alcohol masivo. Alcohol intravenoso. Alcohol, alcohol, alcohol. Siempre parece, en la gran mayoría de mi generación, que la vida se les va a acabar ya, quieren vivir todo el desmadre, vivir pensando nada más por ellos mismos y para ellos mismos, sin preocuparse por si alguien “les reclama” algo…simplemente FIESTAAAA (triste situación que podrán corroborar siendo honestos). Cada vez encuentro menos amigos.

Total llegamos a El Hotel. Estaba llenísimo y todavía ni abrían la cadena, faltaba media hora. Arvizu dijo que quería echarse unas previas y que fuéramos al Seven Eleven (que estaba a kilómetro y medio). Pues ahí vamos como vacas al bendito Seven Eleven. Ahí, cual teporochos mala copas empezaron a tomar Viña Real y cervezas en plena banqueta, se hicieron amigos de unos “vende-chicles” y siguieron tomando. Yo mientras hablaba por celular y Mckay se había sentado en la esquina de la calle. Colgué y me uní a Mckay, la llamada me había puesto sumamente pensativo y de hecho ya ni ganas tenía de entrar a El Hotel. Se decidieron a irse por fin. Me paré.

Iba caminando hasta adelante, ensimismado en mis pensamientos y confusiones que parecían querer comerme de nuevo, cuando de pronto escucho un grito –AAAAAAH- acto seguido de un “tss ’ora si joe de tu chingada madre puto, que te pasaaaa”. Volteo y lo primero que veo es a Grillo tirado en medio de la banqueta y dos monos del vuelo de mi papá –un hombre muy grande- que estaban con los brazos extendidos –como babuinos exhibiéndose- y gritaban, aullaban. Me acerqué corriendo.

Ahora ya sé como pasó todo puesto que Mckay se acaba de conectar a MSN y me está diciendo su versión de los hechos, la cual junto con lo que viví. Les decía…

Me acerqué para tratar de poner orden. Se bien que tengo la formación y capacidad para pelearme pero no soy imbécil, también me enseñaron a medir a mi rival y saber cuando es conveniente y cuándo no. Resolví que lo mejor era hablar. Utilicé todas mis dotes de negociador y estaba dando efecto, de hecho ya había funcionado porque ya se iban. Fue entonces cuando sucedió.

Un puño pasó al lado de mí. Era Arvizu. De un golpe sentó al primer microbusero. Cuando el otro se le iba a echar encima a Arvizu, Esponda se aventó y le rompió la nariz. El tipo se voltea y ya le iba dar en la madre a Esponda cuando decidí aventarme. Empujé a Esponda con todas mis fuerzas a la derecha y al otro wey le gritaba que ya estaba bien. El tipo me quiso pegar y le dije: “cabrón yo no te he hecho nada, a mí no me toques, ya déjala así”. El tipo aulló algo en su idioma natal y salió corriendo.

Al mismo tiempo Arvizu estaba persiguiendo entre los coches de Revolución al otro tipo. Arvizu estaba poseído y detrás de él iba Grillo y Mckay. Yo me quedé parado un momento. Analizaba la situación. Decidí que lo mejor era que nos “peláramos” de ahí. El microbusero huyó y, por “casualidad” –en verdad, qué vida-, pasó el hermano de Grillo en Revolución, se detuvo, se subieron Mckay y Arvizu y se arrancaron. Me percaté que nos habían dejado solos. Completamente solos. Mandé un mensaje para avisar dónde estaba, tomé a Esponda y le dije: vámonos ya.

Habíamos caminado Esponda, Fofo y yo unos 15 metros cuando escuché gritos a mis espaldas. Volteé para descubrir a 7 tipos de la peor calaña del mundo, todos ellos con un volumen del doble que el mío. Si antes había resuelto que era desigual, ahora resultaba peor y más peligroso. Me paré y les grité: “nosotros no hicimos nada, los otros tipos ya se fueron” Uno de ellos (al que Esponda le reventó la nariz) me señaló gritando: no, ese no fue, síganse.

Me pasaron volados.

Esponda se quedó parado y lo rodearon, me acerqué corriendo. Mientras me acercaba uno de ellos le daba un trancazo en la cara para que, acto seguido, otro le reventara la nariz. Volteé a mi izquierda para ver a uno de esos “gatos” sacar un puñal. Si, leyeron bien, un puñal de esos que se doblan. Cuando vi el filo de la navaja sentí frío. Esos tipos no se andan con chiquitas. Me aventé inmediatamente sobre Esponda para recibir una patada en la espalda. Lo cubrí totalmente y empecé a gritarles a esos pendejos: “nosotros no fuimos cabrones, neta ya no mamen, ahí estuvo”. Fofo distrajo al “líder” de esos cuando empezó a correr hacia el otro lado; el tipito lo alcanzó, le pegó un madrazo y se dejó venir con nosotros. Vi que venía decidido a matarnos. Tomé la cabeza de Esponda entre mis manos y le dije: “wey en verdad ya estuvo, él no hizo nada, el que te pegó ya se subió a un coche y huyó”. Su actitud cambió. Pareció entender el español. Me preguntó hacia donde se habían ido y le dije que hacia el norte. Se fueron. Pero Esponda no se movía –si, le había dicho que no se moviera, pero ya se había ido y él no reaccionaba-. Me preocupé.

La camisa blanca era ahora roja de la sangre. Se acercó Fofo y le pedí que me ayudara a levantar a Esponda. Su cara estaba hinchadísima y la nariz y boca sangraban. Se acercaron unos transeúntes para preguntarnos cómo estábamos y decirnos que si no nos llevaban al Hospital que estaba cerca, al Cedros –si, se repiten las ironías y casualidades- a lo cual les agradecí pero que no se preocuparan. Le pedí a Esponda que se incorporara, detuve un microbús a la mitad de Revolución (casi me atropella), trepamos a Esponda, le pagué al tipo y llegamos a la esquina de mi casa.

Me percaté que había dejado mis llaves en mi coche. Crucé los dedos porque mis papás estuvieran en la casa, hablé y en verdad estaban. Mi madre entendió que me había golpeado a mí y la pobre salió corriendo en camisón a la calle junto con mi papá. Entramos. Mi mamá curó a Esponda mientras Fofo y yo contábamos la reseña a mi papá. Mi padre estaba furioso con Grillo por andar de pica pleitos y con los demás por habernos abandonado. Esponda dejó su camisa en mi casa y le presté una playera, ya que mi mamá se había ofrecido a quitarle la sangre a su camisa –quién sabe si se pueda-. Mi papá nos llevó a casa de Grillo, donde habíamos dejado nuestros coches, para ya, por fin, regresar a mi casa.

Sinceramente me molestó muchísimo. Ahora con la cabeza más fría estoy muy enojado. En el momento me asusté y afortunadamente pude mantener la cabeza fría, de lo contrario no sé que hubiera pasado. El hecho de que se hubieran ido me dejó un pésimo sabor de boca, podrían haber causado una tragedia los gatos de mierda esos y ellos ni en cuenta. Afortunadamente no fue así. No pasó de unos golpes –eso sí, bien dados y muy fuertes- que a cada uno le tocó.

Moraleja: lo repito, dime con quién andas y te diré quién eres. Elección.
Superando el enojo y regresando a las confusiones
10 septiembre 2005
VARGAS GÓMEZ

2 comentarios:

papialex dijo...

Me duele la cara y no precisamente de estar tan guapo ja. Gracias Vargas y a tus jefes igual gracias.

Fritx dijo...

Mi querido Luis, la cosa no es salir de fiesta. SIno, saber con quién salir. Después de leer tu blog, sólo espero que Esponda y tu estén bien. Aguas con esas falsas amistades que lo único que acarrean son problemas.
Un beso y un abrazo!

Frida