10.9.08

Del que fue primero

Soy…

En ocasiones me preguntó que habrá sido del primer hombre –o mujer, en verdad no es distinción, es más bien algo genérico– que se preguntó por si mismo. Que tuvo una idea, aunque fuera primitiva, de quién era. Conciencia de si.

Me imagino a un hombre sentado en una roca plana –que le permita concentrarse–, en medio de una planicie enorme, amplísima, observando a sus congéneres correr por ahí, rascándose unos, gruñéndose otros, haciéndose algunos, mientras él o ella, observa. Y, súbitamente[1] tuviera conciencia de él como persona, como alguien diferente y, al mismo tiempo, perteneciente a una comunidad.

Pienso en un primitivo en específico, que dio el primer salto para dejar de ser primitivo. Me imagino a este ser humano que en un momento se da cuenta que es. Que es alguien y que, como alguien, tiene necesidades, características, deseos, frustraciones diferentes. Por supuesto que no llegó a todas estas conclusiones en ese mismo momento, lo que es más, seguro no llegó a ellas en toda su existencia, pero se planteó que era una persona. Se planteó la necesidad de ser alguien y tratar entonces de relacionarse. No como medio de supervivencia, si no por la necesidad de entablar contacto con alguien igual a él.

Me lo imagino deteniendo su dedo a mitad de camino entre su nariz y su boca. Sus ojos dejando de ver los pequeños grupos de seres como él para perderse en el horizonte. Su ceño fruncido. Su mente confundida y sobrecalentada. Su pensamiento: yo.

Soy….

Unos instantes después, prosigue el camino de su mano pero su mirada ya no es la misma –los ojos son la ventana del alma. Ahora ve a sus iguales como tal. Me lo imagino saltando, después de digerir el pensamiento y la mano, rumbo a los otros para tocarlos. Reconocerlos. Tratar de comunicarse.

Me imagino el resto de la existencia de este frágil humano, tratando de compartir su descubrimiento, el primer gran avance de la humanidad, a los demás. Su anonimato se me antoja injusto y, al mismo tiempo, mítico. Me pregunto que habrá sido de él, si habrá sido enterrado o dejado a atrás de la marcha por la comida. Me pregunto si habrá terminado en el estómago de algún predador o si se habrá retirado del resto del grupo a dejar huella de su descubrimiento en la soledad, dada la imposibilidad de compartir su conocimiento. Me pregunto si su último pensamiento fue: soy yo.

Me pregunto y me imagino. Su fragilidad y su anonimato como reflejo de nosotros como raza en un universo total. Sus preguntas individuales que no encuentran eco en su grupo, como el de un pequeño mundo en medio de un sistema solar en un lejano punto del universo. Me lo imagino, por momentos, sintiéndose superior y después incomprendido, generando batallas mentales, dejando una estela que el tiempo y el mundo mismo se encargarían de transformar. Me lo imagino postrado con una mueca de disgusto, como quien descubre que tiene la forma de curar a su entorno y, trágicamente, se encuentra alejado de él.

Me imagino, de pronto, a mi planeta como ese primitivo, que súbitamente se va percatando de su conciencia de grupo y, sin terminar de entenderse como tal, se olvida de su posición en medio de un orden universal.

Somos

VARGAS GÓMEZ

10 SEPTIEMBRE 2008



[1] por decir lo menos, bien podría haber sido depositario del excremento de algún pájaro y preguntarse ¿por qué a él?