29.1.06

Veintiocho de enero (28 enero)

Feliz cumpleaños es algo que se queda corto. Hoy cumplimos un año: ustedes de leer este intento de espacio reflexivo y yo de exorcizar corazones fantasmas con la pluma. Hoy.

Como la ocasión lo amerita, esta será una columna especial. Una columna para sincerarme conmigo, contigo, con él, con ella, con ustedes, con todos. Un día para festejar también que tuvimos un año para escribir y leer, cuando muchas personas ya no tienen esa oportunidad. Así que, con el permiso –y también sin él- empiezo a recuperar un año tan difícil de olvidar…

Inicié hoy, más o menos a la misma hora a la que estoy escribiendo este post, con “De dioses en la tierra del olvido”. Recuerdo bien que esa ¿columna?, ¿ensayo?, ¿poema? (realmente no tiene un género específico) la había escrito días antes. Recuerdo bien que hace un año estaba en mi cuarto. Había llegado temprano de la UIC y mi corazón junto con mi cabeza estaban hechos un lío. Un desmadre, dirían por aquí. Llegué a mi casa, me senté en mi cama y de pronto sentí esa imperiosa necesidad que había sentido por primera vez en Europa -y que se convirtió en amiga mía el año pasado-, esa necesidad tan fuerte y desgarradora. Esa necesidad de estar con alguien y poder platicar sin tapujos ni mediciones. Saber que cuentas con su abrazo y su beso. Pero no es cualquier alguien, lo sabemos. Tampoco en ese momento era cualquier alguien.
Ya que este es un blog de la sinceridad y de festejos, todo tiene que ser coherente con ello, por eso hasta nombres que tantas y tantas veces omití verán luz. En aquel entonces no era cualquier alguien, su nombre era y es Silvia. Acabábamos de “darnos tiempo”-nunca se den tiempo, es un mamada, es falta de “huevos” para cortar o para seguir adelante y luchar- el 7 de enero y el 25 de enero me lo había confirmado. Me hacía mucha falta, lo reconozco. Me hacía tanta falta como la saliva al caracol para poder moverse, el nitrato a la dinamita para poder explotar o el fusil para que el soldado pueda pelear. Me hacía, en verdad, mucha falta. Ese día no era la excepción.
Decidí meterme a Internet, buscando alguna manera de poder “comunicarme” con ella sin hacerlo directamente. Tonterías románticas mías que, probablemente, no vuelva a hacer en mi vida. Así fue que di con esto, con este blog al cual bauticé como DEUTERONOMIO 8, 17 “Y con la fuerza de mis propias manos me he creado esta riqueza”. Eso es lo que significa Deuteronomio capítulo 8, versículo 17. Muchos no lo sabían.
Y lo primero que publiqué fue “De dioses en la tierra del olvido”. Los invito a que lo lean. Hasta la fecha es uno de mis favoritos. Recuerdo muy bien que por aquellos días el libro que leía era De profundis, incarcere et vinculis, de Oscar Wilde. Me lo había regalado alguien a quién por aquellos días llamaba amigo hasta que, tristemente, dejo “aflorar” su interior. Publiqué esa columna y así me seguí. ¿Saben? Ahora que recuerdo y lo pienso, parece “estúpido” lo que hice a continuación, ya que si este era un espacio destinado y dedicado a mantener un vínculo invisible entre ella y yo, ¿cómo se iba a enterar de éste si yo no le avisaba? Jajaja, no le avisé. Nunca rompo mis promesas, y le había prometido dejarla ser y vaya que lo cumplí, ya estamos en el 2006. Sin embargo, de una u otra forma se enteró de la existencia de esta página y así comenzó el peregrinar del 2005. Ahí empecé el 2005. Ahí empezó esta página cuyo único motivo inicial era mantener la relación entre el amor de mi vida (por lo menos hasta ahora) y yo. Así que esa es la verdad. Nunca la había nombrado, aunque no parecía necesario; todos los que me conocen la conocen a ella sin conocerla necesariamente físicamente, por todas las palabras y momentos que le he dedicado sin que ella este. No era necesario que pusiera nombre. Sin embargo ese silencio, ese no-nombramiento era coherente con el diseño de la página y el momento que estaba viviendo. Hoy, un año después, lo hablo de otra forma.
De ahí me seguí y publiqué de todo. Tengo que aceptar que también le agradezco a ella, aunque sea indirectamente, el que me haya regresado a una de las dos cosas que se hacer mejor en esta vida y que disfruto enormemente: escribir. Hasta eso le agradezco.
Los días pasaron…
No voy a poner porcentajes ni mediciones, eso es tan posmoderno y decidí definitivamente que no seré así, pero si puedo afirmar que la mayor parte…quizá casi todo, excepto unas pocas, cuantas, insignificantes columnas, tenían nombre y apellido. Su nombre y su apellido. Cada una de las letras que encontraron existencia y espacio en esta página fueron inspiradas en ella, por y para ella. No me importaba que no lo entendiera. Tarde o temprano entendería todas las palabras que le dedicaba. Todas se podrían resumir en unas cuantas palabras básicas, que es lo que he tratado de pregonar en el Deuteronomio. Si eres un lector avizado y atento te habrás dado cuenta: honestidad contigo mismo y con el otro, respeto, perdón, comunicación y amor y más amor. A esas palabras se resumen todos los textos que he publicado aquí, casi todos ellos con dedicatoria, por lo menos todos aquellos que tenían este mensaje.
Y pasó lo inesperado. Ese espacio que estaba destinado a ser un vínculo invisible e irrompible entre la princesa triste y el caballero perdido, de pronto se convirtió en un lugar más allá de lo público. Se convirtió inclusive en un punto de reunión entre personas de muchas partes del mundo, muchas de ellas que no se conocen entre ellas y que ni siquiera me conocen a mí. Pero conocen mis letras. Y de ser un proyecto unitario se volvió algo que rebasó las expectativas y lo planeado. Deuteronomio 8, 17 tuvo que crecer.
Empecé a agregarle herramientas. Los que conocen esta página desde el inicio, recordarán lo diferente que se veía en aquel entonces a lo que es ahora. Esta página es como yo. Esta página es una extensión mía. Esa página tan simple e insegura del inicio tuvo un año entero para construirse y desarrollar el texto de su vida. ¿Qué pasó con Silvia, se preguntarán? Eso no es tema de esta columna, pero ya que lo toqué, tengo que cerrarlo. A la nena le tengo todo el amor que jamás se podría llegar a tener por una mujer, sin embargo el mes se acaba, y con él muchas esperanzas que parecen ser sepultadas por indecisiones y castillos perdidos en sus propias murallas innecesarias y anticuadas. Lo más probable es que no lea esta columna, ya que no se mete mucho a la página. Pero puedo afirmar que no sólo ha sido la mujer que más he podido amar, sino que por ella fui capaz de cambiar y crecer; de querer ser algo más grande para alguien más. De crecer juntos de la mano, jamás por separado y nunca comparando tamaños. No me importa mostrarme aparentemente débil mientras escribo estas líneas y todas las demás si, al final de cuentas, aún no soy fuerte ni nunca lo he sido. Un hombre es aquel que tiene una mujer y la hace feliz y que además es sincero consigo mismo y sus sentimientos sin temor a lo que pensarán los demás.
Esta página me dio muchos momentos bellos a lo largo del año. Fue ese espejo que me permitía desahogar los desechos que producía durante mi proceso de crecimiento. Fue también una oportunidad para poder escribir cosas de las cuales no me permito estar orgulloso de, ya que si así lo hiciera no podría seguir creciendo. Sin embargo, no dejan de asombrarme de vez cuando, durante una reunión como ayer, que saco Las noches que mojan mi mano y la leo, pensando en un apellido y sorprendiéndome junto con los demás de que lo haya escrito.
Llegó un día que le puse un software para averiguar ¿cómo demonios entraba tanta gente que muchas ni conocía? Los resultados que arrojó ese programa son maravillosos. Hasta la fecha los cinco países de los cuales más visitas recibo son, del primer al quinto lugar: México, USA, España, Canadá y Reino Unido. He tenido visitas de lugares tan extraños como Togo, proveedores satelitales ¡desde el espacio! (se que suena obvio y redundante, pero así es), Latvia o Myanmar. También me arrojó resultados muy interesantes –algunos que relucen la perversidad que fomenta Internet- acerca de las búsquedas que, de una u otra forma, los llevaban a mi página. A continuación pongo algunas de las más interesantes:


*Si quieren ver más estadísticas curiosas hagan clic en los botones que ofrezco en el lado derecho. Para ver las estadísticas que nombro, pueden hacer clic en el siguiene link http://extremetracking.com/open;geo?login=papiluy o, en su defecto, en el ícono de un mundito azul en un cuadrado. En la última hasta buscan por mi nombre asociándolo con Cuautla...íncreible. Ya había pasado un mes de esa puta fiesta de puritanos azotados hipócritas.
Hoy festejo el aniversario de esta página, sin embargo estoy a tres días de que acabe el mes. Y con él, más de lo que cualquiera se pueda imaginar. El mes más terrible del año. Odio enero. Mis últimos tres eneros han sido catárticos. Mis últimos tres eneros han sido…sin amor, esa es la verdad. Sigamos siendo sinceros ¿no?
Esa página que empezó un pequeño hombre para poder seguir susurrándole al oído el amor a esa mujer, se convirtió algo más. Se convirtió, inclusive, durante un mes, en la página más leída de mi Universidad y fue leída inclusive en salones de clase y la imprimieron para dejarla en las copias…
Aquellos que me conocen verdaderamente saben de mi máscara y, lo más importante, lo que se esconde detrás de esa máscara. Esta página ha sido la ventilación, el escape, del cuarto detrás de la máscara. Ese cuarto tan bien cerrado que protege un corazón salvaje y noble, solamente ha sido penetrado por tres personas en mi vida, dos de las cuales son mis padres. Esta página ha crecido para bien, al igual que yo. Esta página que, junto conmigo, hoy te dice: Gracias. Muchas gracias por esos comments que no faltaron, siempre los he agradecido. Por esas llamadas y mensajes al celular cuando veían algo raro en mi página. Gracias. Esas personas, que fueron pocas, los puedo llamar amigos. Han sido un gran soporte. Han sabido aguantar lágrimas y además regañarme en el momento debido. Me ayudaron a señalar los trozos de piedra para iniciar mi reconstrucción y estuvieron presentes en mi inauguración. Hoy celebremos, pues, un año más de vida y de lectura. Porque hoy, después de un año de mucho, muchísimo aprendizaje (todo razonado y para bien) he llegado a una conclusión, una frase mía:
Tu vida depende de tu actitud. El mejor día…es HOY. Se honesto contigo mismo y el otro –y el tiempo que estas viviendo y lo que ya no viviste-, perdónate a ti mismo y al otro para poder amar.

p.d. no pierdan el tiempo pensando en mañanas que no existen porque no los están trabajando o que las demás personas aguantaremos sentadas a que se bajen del carrusel. El amor es un pájaro tan simple y delicado que puede esperar bajo una tormenta entera a que llegue el otro corazón, pero el sonido de un corazón roto o ver al corazón pasear enfrente sin acercarse, lo hace llorar y volar. Hoy no se si esta página vaya a seguir existiendo. Sin duda lo sabrán por aquí, todavía tengo unos pocos días para decidir...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

it's the second times that you saved my day.

You can't imagine how it is to see real light inside human being, when you're in a day where your hope of humanity, love and life looks like broken...

For the second times you put your light inside your words...... to my eyes....... trought my mind...... passed by soul.......feeling with heart.

And i'm smiling of my real smile.

The only one word i can regive you by exchange is:

GRACIAS.

Gracias for see the verity.
Gracias because i can see other people with the integrity of themself.
Gracias because with people like you, the world is in the good way.
Gracias for my progress in spanish when i read you.
Gracias because i love light. And you're lightness.
Gracias because you look like pure heart, and it's so rare.
Gracias, because i don't feel alone....


Never change. keep the same. Stay en EL Camino.

J. F. Santoyo dijo...

Caballero: mis más sinceras felicitaciones por este primer aniversario del "Deuteronomio", aunque yo no haya estado presente desde el principio ya sabe que x acá todos le deseamos lo mejor, AVANTI amigo que, como una vez tu escribiste en mi blog: "Hay tantos soles por ver caer y tantas lunas que observar subir"...que sean muchos más...