15.1.06

Escuchando casualidades, bebiendo causalidades

"y pensar que pudimos no habernos conocido"
Geraldy


Él le pertenece a ella
y ella le pertenece al pasado
y las risas y los gritos y los reclamos
esos no pertenecen a nadie,
esos se los regalo.*

Iba a escribir sobre la humanidad y su incesante necesidad por recrearse poderes desconocidos y omnipotentes, que nos reducen a un grano de arena dentro del reloj de un gigante. Grupos enormes y desfiantes que permanecen en la oscuridad, desde la cual nos gobiernan y deciden nuestros destinos. Sobre ellos iba a escribir, dando nombres y todo, presentando ejemplos de obras (Da Vinci Code, por ejemplo) y dando mi opinión al respecto.

Pero no.

Hoy fue otro de esos días que se me presentan para recordarme la causalidad de mi vida, de las huellas que la vida te desempolva para que recuerdes el camino recorrido y tengas, una oportunidad más y quizá la última, de retomar el camino que habías empezado. De esos días en que ocurren esas “casualidades” que la sociedad no termina de entender, que vienen a replantearte muchas cosas. Encuentros inesperados y llenos de alegría en medio de la lágrima de la soledad. Encuentros inesperados que aturden al momento de tocar en tu corazón. Vacío en el estómago y frío en la espina dorsal sientes antes de dar vuelta, agacharte y saludar.

No son sensaciones malas o desagradables, ni mucho menos. Son esas sensaciones, entre otras, las que me hacen sentir vivo. Me hacen sentir vivo al recordarme lo que es sentir el palpitar incesante y estúpidamente enamorado del corazón. Me hacen sentir vivo al otorgarme esas pequeñas felicidades y sonrisas en medio de la tarde gris y apesadumbrada. Definitivamente no son sensaciones desagradables, son sensaciones tan vivas que te marean y hacen que tu pulso falle. Son sensaciones tan poderosas como para reanimar un muerto o matar a un iluso de un golpe de vista. Tan poderosas que nunca estás preparado para recibirlas.

Así me sentí en la tarde. Y más aún cuando vi la hora, el día y la persona. Hace una semana, a la misma hora en otro lugar bastante lejano me la había encontrado. Ella me saludó. Ahora yo saludé. Formas de recibir diferentes. Yo recibí con una sonrisa, ella recibió con una pregunta. Creo que es el peor momento para preguntar, puesto que no existe ninguna respuesta. Todas se fueron por el vacío del estómago.

Sentí eso, recordé lo otro y después vino a mi mente el párrafo que escribo al inicio de este intento de columna y velada confesión. Me parece sorprendente que llegamos a hacer caso omiso de nuestras decisiones y causalidades –no casualidades–. Acepto que durante mucho tiempo así fui, pero aprendí, por diversas circunstancias y una persona, a hacerles caso. A ver lo que el destino me presentaba. El destino que se había creado y se recreaba en mi pupila en esos momentos. Es terriblemente absurdo estar vivo “sin el alma de tu cuerpo, sin tu latido” canta el poeta.

Después me fui con mi corazón desbocado y mi estomago estirado. Era una mezcla de felicidad con melancolía y confusión. Era vida. Definitivamente era vida recorriendo mis pupilas e inundando mis nervios. ¡Perra y hermosa resulta ser esta, nuestra vida! Construida sobre nuestras propias decisiones y defectos, diseñada para dos pero empeñados algunos en ocupar todo el espacio, cerrando la puerta o postergando la entrada a la otra persona, debido a tus propios miedos y fantasmas.

He descubierto con el paso del tiempo que existe una forma de espantar a un fantasma. Primero tienes que llamarlo en la oscuridad de tu habitación, en medio de la soledad, pero en cuanto acuda y lo distingas, llámame. Llámale, a él, a ella, que estamos en nuestro cuarto o sentados debajo de un roble. Grítame, grítale para que lleguemos en seguida. Tú lo enfrentas y yo te sostengo para que le eches encima la sábana del perdón tejida de honestidad. Yo te impulso y tú se la avientas encima. Después, entre los dos lo cargamos y lo quemamos junto con los reclamos y mentiras. Después nos sentamos a escuchar casualidades y bebernos nuestras causalidades.

Tantas casualidades que, a veces, no entiendo por qué estoy sentado tomando un café, solo… Después de tanto tiempo. Carajo, tengo tanto amor por dentro. Acepto hoy lo que me han dicho ya otras personas: he cambiado por dos personas, por ella y por mí. Ella que sin necesidad de ser nombrada, los bosques susurran su nombre y los ríos reflejan sus lunares. Ella que, sin haber respondido, ya entregó muchas sospechas. Ella que, sin estar, permanece en la ausencia destendida. Ella que todo el mundo conoce su nombre, puesto que lo vieron grabado en mi corazón...
Cuando lo único que yo quiero -como dice Joaquín-, corazón cobarde, niña de ojos tristes, es que mueras por mí. Y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren.
dont want to leave on a jet plane. Please, neither you.
VARGAS GÓMEZ

1 comentario:

J. F. Santoyo dijo...

Comparto en su totalidad el concepto que expones acerca de las causalidades, para mí la casualidad solo es una excusa, un pretexto para no afrontar algo que mucha veces x nosotros y otras veces por terceras personas o por otra serie de sucesiones que muchas veces no tienen porque analizarse ni comprenderse, pero bueno... me alegro que te des cuenta de esas sensaciones, ya que, como puntualmente haces hincapé en, te das cuenta de que estás vivo, maravillosa sensación a pesar de todo (y raro que yo diga algo así) pero bueno, me gusta sincerarme...ea pues, a seguir sintiendo vacío en el estómago y que se nos siga enfriando la espina dorsal ya que el día que dejemos de sentir eso será porque somos cenizas o alimento para gusanos.

X cierto, respecto a tu útimo comentario en mi blog, no, no fumo esa madre. Saludos.