27.7.05

¿Cómo le hacen las truchas?

¿Cómo le hacen las truchas?
Acapulco, verano 2005.
(o también “De cómo el TT estudió a los turistas entre la arena y el mar”)
Jueves 8:00 am. Iniciaba un largo trayecto que trazaría el rumbo de nuestras vidas. Comenzáré comentando que, entre la sociedad mexicana, se rumora de la existencia de una organización conocida como el "TT" que marca la diferencia en todos los negocios y lugares en donde mete las manos (literalmente). Los integrantes más osados iban en esta expedición que partía, sigilosamente, de la Ciudad de México con rumbo acapulqueño. ¿Nombres? Esponda. Grillo. Hiro. Fofo y Yo. Además, se unió a la expedición un integrante más, inesperado, pero que resultaría de gran importancia para que el viaje terminará como terminó: Mario M. Baca.

Desde que salimos todo pintaba para que cualquier novato sintiera miedo. Miedo de perderse entre las nubes de placer que siempre rodea al TT. Miedo a no querer abandonar aquella excursión que tan bien sonaba, a punto de cantos y tumbos en la carretera del sol (la cual, por cierto, yo manejé, dado mí de sobra conocido gusto por manejar y experiencia). Llegamos rápido, 3:18 horas.

Primero lo primero. Botamos las maletas, nos pusimos el traje de baño, mientras Mario y Hiro compraban litros, en botellas, y las llevaban al departamento (confieso que sentí miedo cuando vi la magnitud de lo que se presentaba). Salimos rumbo al Princess, nos instalamos en su atestada playa (bueno, ni tanto, hasta eso no estaba atascado como otras veces) pagando una tarifa excesiva (200) y apoltronándonos. El tiempo pasaba. Las olas amenazaban con ahogar a uno que otro borracho en la playa. De pronto volteo y veo a Rodrigo Patiño, un cuate de la prepa del Tec. Iba con sus padres, abuelos y hermano. Amigablemente nos saludó; pobrecito, no notó el maléfico brillo en los ojos del Grillo que escondía los colmillos al tiempo que se frotaba las manos. Ese día perdería Patiño. ¿Qué pasó? Sinceramente no recuerdo mucho, yo me perdí en el sol, la arena y una que otra cubita. La guitarra de Lolo aturdía a la playa mientras yo me imaginaba abriendo mil pasadizos. Hiro y Grillo fueron los guardianes de mi bien ganado sueño. Cuando abro los ojos después de mi sueño lo primero que veo es que todos estaban jugando cubilete y que Rodrigo se confundía frente a los diabólicos consejos de Grillo que, como el nemesis de Pepe Grillo, se trepaba a su hombro para susurrarle los ingredientes del ron. Pobre, oh pobre Patiño.

Pensaba en advertir a sus padres que se lo llevaran, antes de que terminara en Oceánica, cuando volteé a mi izquierda y vi a Esponda que se había sentado con las niñas de la palapa de al lado. Reían. Esponda no era el más caballero en ese momento. Reían. Me levanté a rescatar a mi amigo puesto que observaba que se veían hambrientas de defeños incautos. Estaba engañado. Lo primero que escucho al acercarme es: “no, ya sé, tú eres la come-hombres”. Mis ojos se abrieron totalmente. Ahí estaba Esponda señalando a una de las niñas, diciéndole que era una come-hombres con el escote más grande de la playa. Jajaja. No aguanté. Me reí.

Me senté para descubrir, con gusto, la fidelidad que Esponda le demostraba a su novia, Fanny, a pesar de la lejanía (ya era hora, después de tantos años…) frente a las devoradoras queretenses. Una de ellas, quizá la peor de todas, trató de esconder sus malévolas intenciones a través de un ardid muy viejo y usado y que, además, trató de aderezarlo: “estoy comprometida, me caso en febrero”. Perdón, no pude omitir otra carcajada. Esponda y Yo la bautizamos como “la casada” –jajaja, que de casada tenía lo que yo de feo, jajaja-. Esa niña, llamada Ximena, resultó ser de esas mustias que, cuando menos te lo esperas, se desatan, jajaja, te muerden, de esas que están esperando el momento de liberarse de sus complejos. Pero continuemos.

Esponda las invitó a jugar cubilete. Ellas ¿ingenuamente? aceptaron. Yo decidí ir al baño más grande del mundo –JAJAJA- y ahí estuve un buen rato. Cuando regresé observo que Patiño ya no era tal, era más bien Pepino y estaba ¡hasta los dedos! A mi la cara se me hundía de la vergüenza y de la risa contenida al ver a sus papás y abuelos en la palapa del lado derecho.

- A que no te bebes este vaso de un solo, Rod –retaba el Grillo al Patiño.
- Uuutsss, ahoyrrita vash a verrr coomo di que nio

Y que se lo bebió. Se bebió la mitad de un vaso lleno de ron. Zaz. Se perdió. Volaba con Baco, Dionisio y Demóstenes. Grillo realizaba una danza macabra alrededor de los vestigios de Patiño. Oh, pobre Patiño. Acto seguido, Patiño se levantó tambaleante para ir con su abuelo y abrazarlo y, enseguida, “netear” con él. Ya saben, decirle cuánto lo quería mientras lo abrazaba y le daba la mano una y otra vez. Sus papás estaban atónitos. Nuestra palapa ya tenía vida propia, saltaba y se movía al ritmo de las olas. En eso Patiño hasta le empezó a decir al abuelo, medio llorándole, que no quería que se muriese y lo mismo le dijo a su abuela y a sus padres. ¡Qué hundida, señoras y señores! Yo me reventaba de la risa y la vergüenza en el otro extremo de la palapa. Grillo buscaba a su siguiente víctima. Total, así acabó la tarde. Llegamos a casa del Grillo donde hasta el Esponda terminó siendo desnudado por Hiro jajaja para, posteriormente, comenzarse a labrar con esfuerzo y dinero el apodo acapulqueño: El Camastros. Tres camastros fueron las víctimas de Esponda en el viaje. Uno el jueves y dos el viernes, jajajaja. Esa noche no salimos, nos quedamos en casa brindando, platicando y a la cama al final. (Esponda en el camastro, jajaja)

Fue el Viernes cuando el TT se decidió por conquistar la playa. Éramos conquistadores en tierras guerrerenses (jajaja). Diplomáticos en son de paz. Yo llegué tarde a la playa ya que tenía que cumplir con unos compromisos que me había encargado mi papá al tiempo de ir a supervisar bienes raíces (que muy pronto estaré comentando, por lo pronto, adelanto que ya tengo depa en Acapulco). El chiste es que llegué a la playa y ya estaban tergiversando el proceso diplomático. Me encuentro con que ya habían diseñado unas simpáticas cartulinas, con calificaciones escritas, para ¡calificar a las mujeres! que pasaran en frente. No negaré que me reí y mucho, pero también recuerdo el comentario que le hice a Hiro: “como una de esas niñas se vaya a quejar con su hermano o su novio, aquí va a haber sangre”. No cabe duda que Acapulco tiene otro sistema.
Las mujeres en vez de enojarse se reían y al final hasta les desfilaban al jurado integrado por Esponda, Fofo y Mario con ocasionales intervenciones de Grillo. Jajaja. Entre peor calificación les ponían, más tontas eran y se acercaban a reclamar en tono fresa y vacío: “ash, que poca, o sea, ¿por qué esa cali?” –nótese el argot y la conjugación empleada-. En esas andaban cuando noté que los de la palapa de al lado miraban a nuestra palapa con ojos de envidia. Eran tres personajes de lo más folklóricos que encontré en Acapulco: uno era un gordo clonado de la papada del Rafita (Big Brother); otro era un emisario totonaca perdido a la mitad de la misión y que terminó “haciéndole” como trucha; el otro…el otro era “El Chay”.

Todo sucedió muy rápido. En un abrir y cerrar de ojos estos tres ya estaban jugando cubilete con nosotros y las pancartas con calificaciones ya estaban flotando en el mar. 7-14-21. Jugábamos mientras el sol aumentaba la temperatura. 7-14-21. Carajo, ese jueguito tumba hasta a los más borrachos –y si no pregúntenle a los tres que terminaron enterrados en la arena-. 7-14-21. Yo ya había dejado de jugar ha sabiendas de que si seguía perdería hasta el apellido, jajaja, por lo cual me senté a descansar. Estaba relajándome cuando de pronto me saludan y veo que son las queretenses mustias que se instalaban en la palapa de enfrente. Grillo, ni tardo ni perezoso se zambulló en el mar, peleó con un tiburón y recuperó uno de los cartones. El 6. Seis los que íbamos a Acapulco. 6 los tres números de la Bestia. 6 las veces que me desternillé de risa al ver a Grillo “malcopear”. Grillo llega a la palapa de las mustias éstas, se planta enfrente de ellas y con tremenda clase levanta la pancarta con el 6, jajaja, enfrente de ellas, en su palapa, calificándolas. Jajaja. Y lo único que hicieron las niñas fue reirse. Carajo. Jajaja, y después se quejan de porque no las respetan, ¡pues dense a respetar! Y todavía, después de eso, la niña que habían molestado el día anterior por su ENORME escote, se acerca para preguntarles “¿éste ya no está tan grande, o si?”…Dios. Por esto y más se ganaron su calificativo que les impuse –por cierto, el escote era aún más grande-. Después preguntan que por qué las mujeres no tienen amigos.

La fiesta se desató. Los tres nacos (jajaja, el Rafita, Chay y Trucha) ahí estaban bebiendo ron de los cocos mientras que el TT comenzaba su misión pacificadora. Hiro por ahí haciendo el paso de la grulla. Grillo saltando entre palapas. Fofo levantando piedras. Esponda pronunciándose y Mario…Mario de voyeurista tomando fotos obscenas en la playa, jajajaja, esas fotos, por respeto a los lectores no las publicaré en mi página, pero tienen un alto grado erótico proporcionado por las hormonas descontroladas de Mario. ¿Yo? Yo me tatuaba a la guadalupana, a la Virgen de Guadalupe, en mi brazo derecho. Jajaja. Después no sabía ni cómo quitármelo. Las queretenses ya estaban asustadas porque no sabían como quitar de su palapa a mis amigos, a los tres nacos y a los de la palapa de al lado (JC y sus primos, que a esas alturas ya eran socios nuestros). La “casada” se acercó a mí y me dijo:

- De verdad, me molesta. Dile a tus amigos que se quiten de mi palapa.
- ¿Para qué los invitaste a que se sentaran? –dije yo- ¿No que estabas comprometida y que no ibas a “ligar” a nadie? (por cierto, esa palabra, ligar, se me hace tan corriente)
- No me he “ligado” a nadie…-respondía ella mustiosamente-
- ¿No? ¿y con los que te estabas toqueteando y abrazando?

Ya no dijo más. De cualquier forma les dije al TT que se salieran de ahí y Esponda como buen diplomático me ayudó para evacuar. Mientras, Mario proseguía con su labor voyeurista. El tiempo pasó. De pronto observo que los tres nacos ya andaban medio mal. Ya empezaban a usar los cocos de sombreros. El Trucha se me acerca y me dice:

- Wey, tienen que ir a nuestra Hacienda –si, como no, el patio trasero de un CEFERESO será- en Hidalgo. Ahí pueden hasta pescar truchas y cuando las sacan, las truchan hacen así.

No bien terminaba de decir eso cuando se empezaba a zangolotear como gallináceo sin cabeza. Se agitaba y se convulsionaba mientras sacaba la lengua, según él, tratando de imitar a una trucha. Ahí fue dónde lo apodé “El Trucha". Por otro lado, mientras la Trucha seguía hablando de su Hacienda (no hizo otra cosa, yo creo que toda la playa lo soñó) el Chay adquiría cada vez más un aspecto aterrador.

- Oye, cabrón, está bien tu idea de raparte para venir al calor de Acapulco –comentaba Esponda o Grillo, no recuerdo bien.
- No wey (con tono pedo), no me rapo, lo que pasa es que no me crece.

JAJAJA. Yo me hacía pipí de la risa. Ahí se le bautizó el Chayote, porque tenía cabeza de tal. Al final, por la lengua alcoholizada terminaron por bautizarlo Chay. Y si, en efecto, el aspecto de Chay resultaba más aterrador conforme pasaba el tiempo. No sólo por su cara chayotera, o porque tuviera 30 años y estuviera de fiesta con tipos de 22 mas o menos, también por el alcohol que desfiguraba su rostro.

En un instante sus amigos se despidieron de nosotros. Les dijimos que no dejaran a su “amigo” Chay y les valió. Lo dejaron ahí, a la suerte de los lancheros. Chay estaba sentado en nuestra palapa, sangrando de una mano (¿cómo coños estaba sangrando?) mientras yo me alejaba de él por eso del asco, más que nada. Chay empezó a molestar. Mucho. Era ya Mr. Hyde. Quería golpear a Fofo y a Mario. Me levanté y con firmeza y tranquilidad le dije que se fuera, que sus amigos lo estaban dejando. Le valió. Me empezó a jalar. Le advertí que no me jalara, que no quería problemas. Como que entendió mi tono de voz y me dejó. En eso llegaron unos lancheros que se lo llevaron pero, sorprendentemente, se escabulló de ellos y regresó a los 5 minutos a nuestra palapa con el alcohol taponándole el cerebro. Ya, suficiente. No le pregunté más. Lo tomé de un brazo y lo arrastré a las escaleras de la playa (y eso que resumo mucho). Regresaba a la palapa cuando un tipo se acerca a mí y me dice: “Wey, neta gracias y que paciencia”. Su nombre era Valentín Ibarra y terminamos siendo grandes cuates.

Esponda, ni tardo ni perezoso me alcanzó en la palapa de Valentín, el cual venía con su novia y otras dos parejas. Ahí nos quedamos el resto de la tarde, platicando a gusto y todo. ¿Lo malo? Ni siquiera fue el Chay, lo malo es que no se cómo ni cuando perdí mi visera. Me dio un coraje impresionante. Quería mucho esa visera. Pero bueno. Nos regresamos a casa de Grillo no sin antes ver a Esponda romper el 2° camastro.

- Lo vas a pagar –amenazaba un lanchero a Esponda
- Uta, lo pago pero me lo llevo –jajajaja, respondía Esponda entre susurros, gemidos y gruñidos.

Total que Esponda se llevó arrastrando el camastro para terminar de desbaratarlo más adelante. En la noche fuimos al Alebrije –al cual tenía 5 años de no ir y no era mi mejor plan, sin embargo tenía tanto tiempo de no ir y estaba con mis amigos que acudí-. Ahí estuvimos y, de nueva cuenta, nos encontramos a las queretenses devoradoras de hombres, que se apoltronaron en la mesa de al lado. Pues resulta que la “casada” le cayó el novio en Acapulco y ahí estaban en el antro. Pues como va siendo de tonta -y zorra- que no dejaba de voltear a vernos, a Fofo y a mí, con cara de hambre, hasta que el novio se enojó –con justa razón- y la dejó poniendo chayotes –pequeñitos, no como el Chay-. 2 Absolut Vanilla y una Moet fue el saldo rojo de la noche, además de la barra libre. Salí con Mario, antes que los demás, para encontrarme con que la queretense del escote yacía cual perro callejero con la chichi izquierda de fuera y borrachísima, mientras que las demás danzaban a su alrededor, en plena Costera, como festejando su estado. La verdad, me dio lástima. No las volvimos a ver.

El día siguiente fue de descanso. Los camastros se lo agradecieron a Esponda. Después de un viernes devastador terminamos dormitando y comiendo por fin como Dios manda. Camarones, cocteles, jamón, galletas…bueno, un manjar. Todos cocinando muy modositos. Vimos el partido AMÉRICA-Pumas. Yo salí un momento a un compromiso que tenía con Vely Mujica en el Princess (referente a unos negocios, en serio, familiares) para regresar a las 11 al depa de Grillo. Ahí nos quedamos. Sin una gota de alcohol, todo mundo se sentó a platicar y nos sinceramos. Yo conté muchas cosas que a muy pocas personas o a nadie había platicado. Hablé de cosas de Europa, del amor, de cine. Bueno, una charla increíble y que unió muchas cosas. Al día siguiente partimos a las 10 am.

Ya íbamos de salida cuando me detuve a cargar gasolina. Estoy seguro que la gasera nos echó el mal del ojo porque, de repente, la camioneta ya no quiso arrancar y, para colmo, no nos aceptaban los vales de gasolina ahí. Yo estaba que me llevaba. ¿El toque final? Me senté en mis lentes preferidos. Los destrocé. Yo echaba humo. Estaba no caliente, lo que le sigue. Por fin, entre el chofer de Mario y Yo hicimos arrancar mi camioneta mientras los demás retozaban en la gasolinera, tomando fotos y riendo. Llegamos sanos y salvos, saludé, comí y caí dormido.

Hasta aquí un GRAN resumen de lo acontecido. Censurado, por supuesto, para cuidar la integridad y reputación de algunos de los involucrados y por la presencia de menores en esta página. Las fotos ya las publiqué, son aproximadamente 30 fotos así que veanlas todas.
Hasta aquí. Con un pequeño desasosiego que después escribiré sobre él. Estoy seguro que este fue el último viaje que haré con mis amigos y de esta forma. Ya se acabó. Ya se acabó una etapa de mi vida. Pero por lo mientras, esto es como le hacen las truchas…Y yo sigo disfrutando mi bronceado perfecto.

Pensando en cómo le hacen las truchas, 26 julio ‘05
VARGAS GÓMEZ

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