8.2.05

La Era del simulacro

Tal y como lo prometí columnas atrás (si mal no recuerdo creo que fue en Guía de nicknames...) publico una columna acerca de lo que para mi es la era del Simulacro.

El ser humano nace, vive y muere fragmentado. Malestar de la vida misma que nos impulsa, día a día, a sospechar que se puede cerrar nuestra fractura ¿cómo? a través del otro y con el otro. El malestar pervivirá, nosotros mismos lo magnificamos al no soportar nuestra finitud, nuestro poco tiempo en este mundo.

Resulta que la vida, de una u otra forma, se desenvuelve así. Se ha desenvuelto así a lo largo de la historia de la humanidad, sin embargo, en los últimos 15 años ha surgido un pensamiento que se resiste, por miedo, a querer aceptar la vida como muerte y la muerte como vida.

En los últimos años, en el auge de la posmodernidad, nos han enseñado a tener miedo a crecer. A mirar con nostalgia y un toque de melancolía el pasado pero sin aprender de él. A tenerle miedo al crecimiento por que implica mayores responsabilidades y una entrega que deriva en la muerte. Este miedo no sólo se ve reflejado en nuestras decisiones, también en nuestras relaciones con los demás, con la pareja (si es que todavía no la hemos abandonado por miedo a), el amigo, el hermano...

En los últimos años nos han enseñado ha tener miedo a tomar responsabilidades, ya que eso implica ceder y perder, de vez en cuando. Nos han enseñado que asumir responsabilidades y ver con seriedad la vida, nuestra vida, es algo que llegará, por arte de magia, cuando nuestro cabello encanezca nuestro cuerpo sufra achaques artríticos. Nos han enseñado que tenemos que postergar todo porque, ante todo, siempre hay tiempo…

En los últimos años nos han enseñado que solamente puedes ser feliz si se satisface primero a sí mismo. Nos dicen que la felicidad llega a determinada edad y que antes no se compartirá, por lo menos de manera verdadera, con otra persona. Que casarse está para las personas mayores de 30 años y que antes es, quizá, un poco precipitado…Nos han enseñado a generalizar cuando convenga y a individualizarnos cuando no queramos ceder. A decir que eres un individuo y no necesitas de otra persona a tu lado. Nos dicen que el único amor, el verdadero y aceptado, es aquel confirmado en un papel con tinta; basado en bienes separados y con la finalidad de dejar descendencia.

En los últimos años hemos estado viviendo en una cultura del simulacro, en una era en la cual todo es pura y neta simulación. La transformación de la vida social, los lugares que frecuentan los jóvenes –el término antro significa, en su acepción original y de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, lugar de mal aspecto y reputación– y la prisa por vivir sin vivir. El desear el deseo. La funcionalidad en las relaciones “amorosas” y las amistades -¿Cuánto me das para demostrarme tu amor? ¿Cuánto espacio gano Yo sin otorgarte tu merecido tiempo y lugar? ¿Cuánto me diviertes sin preguntarme si yo te divierto?–, considerar a la otra persona como un artículo u objeto que nos ayuda a sentirnos bien y a satisfacer nuestro deseo. Deseo, por cierto, nunca satisfecho y que provoca una confusión mayor e incremento de la rapidez y del deseo mismo.

A la juventud le han inculcado que se despreocupe, que evada las responsabilidades y, también, ha sido dejada de lado, no ha sido tomada en cuenta ni por el Estado ni por las Instituciones intermediadoras. Vamos, por nadie. Ni por ellos mismos. La preocupación radica en correr por correr, rumbo al barranco o los arbustos; por entrar a un antro a ensordecerse –de acuerdo a estudios recientes, acudir por lo menos dos veces al mes a un antro y permanecer en él por lo menos una hora y media, disminuye, al año, un 2% de capacidad auditiva, lo cual podría ser una explicación de la terquedad en la juventud–, presumir lo que no es de ellos, gastar 6 veces más del precio original y pagarlo gustosos, alcoholizarse y presumir al día siguiente una cara deformada y su jaqueca terrible, por qué eso significa que ellos si son exitosos y saben vivir la vida…Vamos, realmente su preocupación es perder el tiempo, postergar responsabilidades y la madurez tan necesaria en una vida que sólo llega una vez. Una vida que se va.

Evadimos responsabilidades y vivimos “nuestra” realidad en otras realidades. Vivimos y creemos lo que nos han dicho nuestros amiguitos que según ellos debe de ser; el de la barra del antro de moda, la “amiga” vacía y frígida con actitud pedante, fea físicamente (lo cual no es factor para juzgar a una persona) pero que se presume y restriega como destronadora de Perséfone; el “amigo” borracho y macho que según él “se habla y baila con la muerte” y vive reprimido por su miedo a no salir del clóset, pretender ser lo que no es o negar su condición humana como ser mortal y que vive con malestar. Vivimos lo que nos han dicho es “nuestra” realidad –porqué no nos hacemos concientes de la misma hasta que ya no hay marcha atrás y tenemos la soga al cuello– en, lo más trágico e irónico de todo, otras realidades. Realidades de otros. Ambiciones y envidias por que nuestro deseo resulta más pequeño que el de la “amiga sucesora de Perséfone” o el “amigo enclosetado”.

Nos defendemos en el argumento obtuso de que “todo puede ser bueno o malo, todo puede ser válido, dependiendo de la situación”. Nos defendemos argumentando que podemos ser dos cosas al mismo tiempo y tener todo a la vez. Nos hemos olvidado que a veces, no tener lo que deseamos es un golpe de suerte y que no podemos y tenemos porque tener todo y menos la razón. La verdad.

Estamos fragmentados y queremos mediarnos unos a otros cuando ni siquiera podemos mediarnos a nosotros mismos como partes de un todo. Cuando ni siquiera entendemos que no somos ajenos mientras nos digamos hombres y tengamos un nombre. Cuando ni siquiera entendemos que somos parte de él/ella y sin él/ella no somos nada. Cuando ni siquiera entendemos lo que es el amor y menos la belleza…

Queremos satisfacernos a nosotros mismos a primera instancia y exigimos que los demás nos satisfagan; entonces, y sólo entonces, consideramos la posibilidad de pensar en el otro; consideración que dura muy poco, justo cuando tenemos que abrirnos y perder. Consideración que dura muy poco porque no terminamos de entender que amor es perder y morir para perdurar y gozar.

En la actualidad aceptamos que seamos actores y políticos al mismo tiempo, diputados y conductores, pareja e infiel. Aceptamos lo que antes, de nuestros padres hacia atrás, al inicio de la humanidad, era irreconciliable y antagónico. Un Senador de la República en un reality show. Posturas opuestas que para el sano y justo desarrollo se separaban.

Estamos reconciliando lo que siempre fue irreconciliable (y sigue siendo) y permitió el desarrollo de la cultura. Estamos reconciliando a Satanás con Dios, a nuestro egoísmo con el amor y la irresponsabilidad con la vida.

No abogo porque sigamos fomentando una juventud que anhele ser exitosa y triunfadora, sino por una juventud consciente del país que tiene en sus manos y el rol que se nos está adjudicando, queramos o no. No por cerrar los ojos el sol dejará de estar ahí o el barranco desaparecerá.

¿Qué es ser exitoso o triunfador en la vida? ¿Qué significa ser alguien en la vida? ¿Hasta que grado nuestra vida se ha vuelto funcional y nos hemos olvidado de fomentar el apego al ser humano y sus valores de desarrollo? Hemos fomentado este tipo de actitudes y nos olvidamos del valor de ayudar a alguien para crecer uno mismo. Nos olvidamos que es más fácil vivir si nuestro vecino mantiene una condición de vida favorable y similar a la nuestra. No queremos jóvenes exitosos, sino jóvenes conscientes, participativos e incluyentes.

Sin embargo, aún existe y siempre existirá mientras el hombre sea hombre, una ventana sin postigo y con las cortinas abiertas. A través de la ventana observamos al Respeto, con uno mismo y el otro, bailando con la Responsabilidad de nuestros propios actos. Escuchamos el canto de la Apertura humana al atento oído de la Sensatez. Existen y existirá mientras haya gente que todavía crea en y viva con amor…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Encontre una oracion dentro de la columna que atrajo mi atencion a algo que ya he venido reflexionando:
"Nos defendemos en el argumento obtuso de que “todo puede ser bueno o malo, todo puede ser válido, dependiendo de la situación”."
En lo que me hace pensar esta oracion es una situacion que he estado viviendo por aca.
En algunas de las fiestas a las que voy, encuentro que algunas personas estan fumando la famosa "weed" o marihuana. He encontrado que con el tiempo, mas gente, y algunos de mis amigos han decidido probar un "poquito". Se ve tan facil probar ¿o no? Todo el mundo lo hace, asi que no debe ser tan malo.
De mas jovenes oyes los rumores de la droga, y los padres de muchos hablan de ella como si fuera el camino a la perdicion. Asi que en nustra mente, la palabara droga tiene una conotacion negativa y prohibida. En esos tiempos, la droga se ve como algo lejano, algo al que uno nunca cedera. Sin embargo, cuando uno se ve cara a cara con ella, la linea entre los valores morales y la ruptura de los mismos se convierte de una gruesa pared a un pequeno hilito.
Muchos dicen la escusa, "es buena si solo lo haces de vez en cuando", o "no lo voy a hacer todos los dias" o "come on, its not a big deal".
¿Como no va a ser un "big deal"? Pienso que un elemento clave, para que esta juventud pueda tener un impacto verdadero en el mundo, es que se mantenga apegada a sus valores morales. No dar espacio para escusas como "hoy si, porque estamos celebrando". Pues es en esos momentos, los momentos en los que la mayoria son debiles y acceden a romper sus valores, en los que uno debe ser fuerte.