12.3.05

De viajes en microbús por tierras folklóricas

“Entre más naco más chido”. Así fue como inició todo. Estaba en los parasoles de la UIC, el martes, aprovechando mi única hora libre, cuando Armando Kurczyn se acercó a mí y me entregó una invitación para su próxima fiesta de cumpleaños. La invitación decía:

Entre más naco…Más Chido
Cover 70 varos*
Contiene: Pista disco, Tecno-cumbia, country y toro mecánico
Rodeo Santa Fe, Viernes 11 de Marzo.

*Nótese el uso de la expresión varo en vez de pesos, de esta forma el caló va ad hoc al lugar al que estás siendo invitado.
La invitación se encontraba decorada con elementos western, tipografía estilo western y combinado con el lema de su invitación junto con la expresión de Kurczyn –que irradiaba un optimismo de esos fantasiosos– hacía que la situación realmente pintara bien. Total me comprometí a ir.

El problema principal fue “¿Qué demonios voy a ponerme?” No me pensaba disfrazar de vaquerito porque lo consideré un poco fuera de tono y además no me iba a ir al trabajo vestido de cowboy, si no me corrían por lo menos me ponían a estacionar coches. Al final logré combinar la indumentaria con botas. ¡Oh botas! Elemento diferenciador y característico que desde un gato hasta un presidente las usan. Resulta verdaderamente fascinante como unas botas te puedan hacer encajar en un estereotipo, aunque combinadas con unos pantalones acampanados y una camisa blanca, realmente era una mezcla de los 70’s con un vaquerito. Cabe resaltar que mis botas no eran de charol. Repito, no eran de charol. Al fin dieron las 8 de la noche. Salí volando de la oficina porque ya me estaba esperando Ro en mi casa.

- Una compañía segura y agradable para un lugar indómito y desconocido –pensaba mientras llegaba a mi casa–. Todos van a ir de parejas y yo sería el que se quedaría volando por la mesas expuesto a que se me acerquen dos que tres vaqueritas tlalnepantlenses y me suban al toro.

Al tiempo que agradecía la fortuna de contar con Ro, me enfrentaba a un tráfico apocalíptico en Insurgentes –¿no les parece que cada día esta menos transitable Insurgentes?–. Para no hacer el cuento largo llegué a mi casa 10 minutos después de lo previsto; Ro estaba esperándome muy linda y modosita en la sala de mi casa. Agarré mis cámaras, me despedí de mis padres y nos trepamos a la Aztek. El inicio cada vez estaba más cerca.
Aprovecho para comentar (puesto que no lo he hecho todavía) que el festejo tenía un toque especial: el trayecto lo íbamos a realizar en microbús. Si, Kurczyn había rentado un microbús de ruta, color verde pistache con blanco, con un chango agresivo al volante y dos babuinos por escolta que van entonando su grito de guerra: “Suuuuuuuúbale suuuuuúbale, La Joya, Perisur, Revolución, San Ángeeeel, ¡súbale hay lugares!”. El punto de partida era la casa de Kurczyn y de ahí hasta el Rodeo.

Llegamos a casa de Kurczyn –después de dar vueltas por la colonia tratando de encontrar lugar– y de ahí partimos como a los 15 minutos. Por supuesto yo ya había prendido mi cámara de video-espía y mi cámara de fotos iba dando flashes por todos lados. Jajaja, esas evidencias después valen oro. Nos subimos al microbús (apañando lugar, por supuesto, de lo contrario nos tocaría ir colgados del grasiento tubo) y partimos al descubrimiento de aquellas tierras folklóricas que sólo habíamos escuchado nombrar por los relatos de viajeros aventureros que se adentraban por aquellos lares y contaban que no todos lograban regresar. El microbús gritaba con la música de Banda El Recodo y la cerveza y papitas volaban por todos lados. Jamás en mi vida había olido un microbús tan bien como aquella vez, no era una mezcla de sudor rancio con verduras y perfume barato, más bien mezcla de lociones italianas con perfumes franceses. Todo un cuadro.

Mi preocupación comenzó cuando dejé de encontrar familiaridad con el paisaje. Los grandes edificios se empezaron a convertir poco a poco en vulcanizadoras y los restaurantes en abarroterías. A lo lejos una luz roja cortaba la oscuridad de la noche –no porque estuviera muy oscuro, más bien porque no había mucha iluminación–, el letrero rezaba: Rodeo Santa Fe. El microbús se empezó a alborotar (para estas alturas todo el microbús ya era un solo ente con vida propia) a sabiendas de que por fin arribábamos al puerto esperado. Entramos por la puerta grande, por el valet parking. Mientras los demás bajaban de sus coches, uno de nuestros babuinos personales gritaba: Tsss, llegan 40 para el rodeoooo –pronunciar con tono “chale”–. Yo alucinaba. No sólo por lo divertido y nuevo de la situación, también por que la gente aquí es 6 tonos de piel más oscura que en nuestras tierras.
No me amedrenté y llegué a la taquilla a pagar el peaje tasado en estas tierras.
Tomar fotos aquí resultó un poco más difícil, en parte porque parece que los lugareños no están acostumbrados a ver cámaras y se cruzaban enfrente de la fotografía y en parte porque quizá pensaban que era algún artilugio demoníaco creado por las mismas hordas de Tezcatlipoca para acabar con el último reducto tolteca de la región. No lo sé. Mis movimientos eran sumamente cautelosos y mi lenguaje también, no fuera a ser que me agarraran hablando en cristiano y me inmolaran a algún dios pagano.

BIENVENIDOS AMIGOS Y SOCIOS

Rezaba el cartel de la entrada. Con sus luces azul neón era una mezcla del Hotel California con The sounds of Silence.
Entramos.
Mi primera molestia fue que me confiscaron mi cámara de video. Pensando que sería el ojo de Huitzilopochtli prefirieron ponerlo a resguardo –sometiéndola a rezos de sus sacerdotes paganos– y yo me quedé sin mi más valiosa herramienta puesto que no me quise mostrar muy insistente, no fuera a ser que siguieran inmolando cristianos por estos lugares.
Nada más entramos a la pista y que empieza a sonar “No rompas más mi pobre corazón”. De pronto toda la pista estaba atestada, pero no como esas pistas de boda en que se llena por ser muy poco espacio…Aquí era una pista del tamaño de una alberca olímpica repleta de humanos bailando. No menos de 200 contarían mis ojos. Preferí hacerme a un lado cuando empezó “Payaso de Rodeo”, no fuera a ser que terminara como payaso atropellado. Solamente Aldo y Gus me secundaron. Los demás ahí estaban, desde Ro que daba brincos por todos lados hasta Segoviano que hasta la blusa se había abierto –jajaja por supuesto llevaba un halter debajo–.
El tiempo pasó. Pedimos una botella de Bacardí entre 4 personas y nos trajeron 5 refresquitos, de esos de ampolleta. Aldo pareció no importarle y se la metió como si fuera agua bendita, directa y sin refresco. Andrés y Yo nos persignamos y tratamos de ahorrar la mayor cantidad de refresco. Priscila parecía realmente preocupada y nada más mentaba madres por la falta de refrescos y que ella no podría seguir tomando así. Jajaja, al final pareció no importarle y se terminó la botella.
En eso estaba cuando el sonido local nos invita a pasar al rodeo. Me paré inmediatamente puesto que la música seguía sonando de la misma forma y con el mismo ritmo desde hacía una hora y ya me estaba aburriendo. Llegué al ruedo y tomé asiento. La expectativa se sentía en el ambiente. Todos los invitados por Kurczyn nos sentamos juntos –como buenos misioneros por tierras desconocidas– y tratábamos de descifrar lo que vociferaba el sonido local. Nadie entendía nada. Estaba ecualizado de manera espantosa y el volumen tremendamente alto. Estaba tratando de entender que hacía yo ahí, respirando estiércol de toro y aliento de tlalnepantlense, cuando alcanzo a distinguir: “Solicitamos a 5 parejas, hombre y mujer, para el concurso…” Me empecé a poner inquieto. Aquellos que me conocen saben que necesito muy poco para que me piquen y quiera competir. Me decidí en el momento en que Faico y Sodi se pararon a concursar. “Vámonos” me dije a mí mismo mientras me paraba y tomaba de la mano a Ro.

- Ro, ¿vas a concursar conmigo? ¿Si?

Como si aquello fuera una petición de última hora, Ro se paró y con un asentimiento de cabeza empezó a bajar las gradas conmigo. Yo iba realmente nervioso y emocionado. Mientras bajaba alcancé a escuchar el comentario de unos lecheros hacía mí: “tsss, che fresita, ni vas a ganar k”…Ya estuvo. Incentivo directo a mi orgullo.
Entramos y tomamos lugar en medio del ruedo. A un metro de mí tenía un toro que me observaba melancólicamente. El concurso consistía en que la mujer tenía que beberse una cerveza de golpe, dar 10 vueltas alrededor de un bat, tomar al hombre de los pies mientras lo empujaba como si fuera carretilla a lo largo del ruedo. El hombre a su vez, caminando de manos, al llegar al extremo opuesto tenía que beberse su cerveza correspondiente, dar 10 vueltas y cargar a la mujer en sus hombros y correr al otro extremo.
Éramos la pareja número 5. Faico había establecido el mejor tiempo hasta el momento: 1 minuto 29 segundos. Me volteé a ver a Ro, la tomé de las manos y le dije: “Tómate la cerveza en friega, no respires. Tú confía en mí cuando te cargue.” Nos toca.
Ro se empieza a tomar la cerveza. Muy bien. Yo me arremangaba al tiempo mi camisa mientras volteaba a ver a Segoviano para que me tomara fotos. Me puse de 4 patas esperando a Ro que ya iba dando vueltas alrededor del bate. Zaz, me toma de las piernas. Corrimos. Realmente íbamos muy rápido.

- Óoorale hijos de la chingadaaaa” -gritaba el honorable presentador- ,“chiiiíngate la cerveza de un solo, que vas ganando weeey”.

Llegué a la cerveza. No me la tomé, la desaparecí. Me la tomé rapidísimo. Aventé la botella a la arena y empecé a dar vueltas. “8, 9, 10”. Dios. Estaba mareadísimo. Me pongo en posición y Ro se trepa en mis hombros. “Concéntrate en el toro del fondo, cabrón” me decía a mí mismo. Ya tenía práctica en esto de cargar, siempre me gustó cargar a Silvia aunque no siempre se dejara. Empecé a correr, mientras aferraba a Ro. Ella, por su parte, no dejó de perder el estilo. Con una mano se agarró de mi cuello y con la otra sus pantalones por detrás. Carajo. PUM. 1 minuto 3 segundos...

Yo estaba verdaderamente alucinado. La emoción me embargaba. Entre risas y felicitaciones de Kurczyn y Faico que también había concursado yo sólo trataba de enfocar mi vista., afectada por las cubas previas y las cervezas mareadoras. Abracé a Ro mientras le decía: “Gracias, ya ganamos” jajaja. Saben que me tomo muy en serio las cosas y que si bien no soy un mal perdedor, no sé perder. Al final ganamos. La última pareja hizo como 5 minutos. Nos entregaron el premio, una cubeta inmensa llena de cerveza. Verdaderamente inmensa. El resto de la noche pasó increíblemente bien. Entre felicitaciones, bailes y risas nos dieron las 2 am. Hora de pagar y de ir.

Al final terminé haciéndome cargo de la cuenta mientras Andrés se devoraba a una japonesita que estaba por ahí, Aldo se reía alcohólicamente y Priscila brindaba con su última cuba. ¡Quién me manda a ser el sobrio al final, Dios mío! Terminé poniendo de más y completando la propina. Para esto, los únicos que me esperaban eran Rothschild, Faico y Ro, los demás ya se habían ido a nuestro Pullman último modelo. Me trajeron mi tarjeta –además estaba estrenando la nueva tarjeta que me habían entregado en el trabajo– y corrimos.
El viaje de regreso fue diferente. Ya todos se conocían y muchos habían hasta emparentado, jajaja. Quienes al inicio iban separados ahora iban besándose todo y más. Otro iban durmiendo (incluyéndome) y otros tantos cantando. De viajes en microbús por tierras folklóricas que llegan a su fin cuando arribamos a casa de Kurczyn y todos para su casa. Bueno, yo propiamente no me fui a mi casa puesto que tenía que pasar a dejar a Ro a su casa. De regreso de casa de Ro, rumbo a mi casa, seguía remembrando el día. Lo más notable es lo escrito aquí. Tantas cosas pasaron que sería una crónica en exceso larga de contar. De por sí…

P.d. ya puse más fotos ah, y gracias por los cuestionarios que he recibido. Sigo esperando nuevas contestaciones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajaja q burro, me hiciste reir muchisisisimo con este, no te imagino a TI en ese lugar.