A un amigo

Amigo mío,

Quizá no tengas el cuerpo estilizado ni las manos finas. Quizá no tengas ojos en los cuales me pueda perder y mucho menos una boca que arda en deseos de besar. Quizá cuando te vea no sienta un deseo ardiente que revuelva todo mi cuerpo ni un remolino en mi estómago; no tenga ganas de abrazarte y decirte que te amo y que deseo morir contigo a mi lado. Pero si tienes algo de lo cual me puedo sentir satisfecho de haber encontrado, eres mi amigo. El único y mejor amigo.

Amores hay muchos en la vida. Aunque la sociedad occidental, traumatizada por Wilde, no lo diga a voces altas, definitivamente uno de los amores que se puede sentir en esta vida es por un amigo. Se puede amar a los padres, al hermano, a la pareja y, si, también al amigo. Definitivamente será el amor más difícil de lograr. Te confieso: en 22 años jamás llegué a amar a algún amigo. Jamás llegué a tener un amigo.

Contigo no se vive el desenfreno de la pasión ni la locura del deseo. Contigo no se vuelven las noches tibias ni las mañanas eternas. Contigo no se crea una familia y tampoco una costumbre hecha de amor. Contigo se puede crear, como con la pareja, una vida. Una vida en la cual sabes que siempre que lo necesites, tu amigo estará ahí. Una vida construida de riñas, risas, borracheras y juegos, también construida con lealtad y complicidad; una vida que, si bien no se comparte en el mismo lecho, si con el corazón.

Amigo mío, te puedo decir que te amo sin temer a ser juzgado por algo que no soy. Te puedo decir que te amo y sentirme feliz porque, si bien en mi corazón y sentimental falta por ver que pasará, mi amistad se ha sellado con sudor y sangre. Trabajamos juntos y reímos juntos. Hemos pasado por todo, desde peleas que a las demás personas les parecen irreconciliables y tremendas y que para nosotros no son más que un malentendido. Desde escuchar al otro llorar por el amor que parece que se va y regresa, hasta perderse en mares de nicotina y letras. Hemos fingido ser amigos cuando nos han creído hermanos. Hemos, simple y sencillamente, sido amigos.

Agradezco a Dios el regalo que me dio al conocerte. Por que si bien un hombre se completa con una mujer, no existe mejor manera de construirlo que con un amigo, el único hermano que Dios nos permite elegir en este mundo.

Amigo mío, eres tan importante en mi vida que deseo ver los años pasar: asistir a tu boda y tú a la mía, ser partícipes de nuestras más grandes alegrías; tus hijos con los míos correr; tardes cocinadas en medio de un asado que no termina de apagar, con la plática interminable, en el jardín de la casa. Recibirte viejo y achacoso, en mi casa, sin poder hacer otra cosa que sentarnos a platicar y recordar viejos momentos, momentos que, desde ahora, estamos construyendo. Amigo mío, gracias por aparecer en mi vida y entregar lo más valioso que un hombre le puede entregar a otro hombre, su amistad.

En un día de casualidades, amoríos y esperanzas.
En un día cualquiera que afortunadamente pudo ser hoy.

Luis Benjamín Vargas Gómez