20.5.05

Transformaciones

Indudablemente el hombre es un ser cambiante. La gente tiende a cambiar. La identidad, en tanto forma –puesto que en tanto fondo, siempre es la misma– no es una a lo largo de la vida. Sin embargo existen ocasiones y personas que asombran hasta al más observador por sus transformaciones radicales. Y no estoy hablando de procesos patológicos…aunque a veces pareciera.

El entorno enmarca al individuo y ejerce, lo aceptemos o no, una presión determinada sobre nosotros. Por más “auténtico” y “único” (términos tan llamativos para la gente posmoderna) que se quiera ser, no se es lo suficiente como para que se deje de encajar en un marco social. Si realmente quieres y te empeñas en ser “auténtico” dejarías de ser humano.

La presente columna surge por un cuestionamiento que me planteé ayer. Recordaba a una niña que conozco. Amiga mía no es pero si de alguien que conozco. Omito su nombre puesto que esta columna no es de sociales ni será publicada en el Hola! Tampoco resulta necesario puesto que no se trata de evidenciar, simplemente de ejemplificar, no me preocupa que lo lea, es poco probable que ella se metiera a ver la página, sin embargo su “mejor amiga” sí. Ejemplifiquemos:

Cuando yo la conocí, hace ya años, era una niña de familia: seria, tranquila, moralista; de esas niñas que las ves y piensas en una familia hogareña. Se espantaba del mal lenguaje y era muy recatada. Vamos, era, lo que la sociedad denomina, una niña bien. En todos los aspectos. Quizá no es muy agraciada de la cara, realmente nunca me ha gustado y he pensado que es un poco fea, sin embargo tenía, como dicen por ahí, lo suyo, y se defendía bien. Conocí hombres que se enamoraron de ella.

El tiempo pasó.

Cuando la niña entró a la universidad se desató. Totalmente. Perdió toda compostura. De ser la niña que tranquilamente se podía divertir en un cine, café o reunión, no dejó de ir a los antros. De ser esa niña tranquila y bien portada, decente, se convirtió en, de nuevo lo que llama la sociedad, una zorra –pobres zorras, que culpa tienen que las comparen con estas personas–. “Es algo temporal” me dije a mí mismo. No durará mucho. Me equivocaba. Me fui a Europa.

Al regresar de Europa descubrí que había empeorado la situación. Ya no era un desate. Se había rebelado en contra de su pasado y su propia identidad. Hasta de su propio respeto como persona, ya no digamos como mujer. A través de su “mejor amiga” me enteré de una serie de cuestiones y acciones que ella realizaba.

Se arrastró (y lo sigue haciendo) por un tipo de su universidad (UP, católica además) que no sólo nunca la peló (y nunca es nunca), encima la sobajaba enfrente de los demás compañeros de la universidad, la “humilló” –porque ella así lo quiso– al acostarse con una de sus amigas (que por cierto, también tenía novio, otra zorrita que ahora zorrea por Europa ¡a zorrear que el mundo se va a acabar!) en una fiesta en Cuernavaca; la trataba muy mal. En fin, era un verdadero patán con ella. No le importó. La niña que antes se daba a respetar con todos, se perdió el respeto a sí misma y frente a los demás. No sólo se le ofreció y de la manera más vil, sin “perder la virginidad”, escogió otras formas y lugares de su cuerpo para poder disfrutar su humillación dentro de ella misma (ah, porque eso si, quiere llegar virgen vaginalmente al matrimonio...basura y enfermedad). La virginidad no se lleva en el órgano genital, se lleva en el alma y el corazón. Disculparán si se vuelve un poco explícito, trato de no serlo, se han dado cuenta.

No sólo se le ofreció y arrastró. Se perdió. El gañán en cuestión tuvo novias y ella siempre estaba en la sombra de la calle esperando la menor oportunidad para hacer lo que fuera por sentir a su maltratador “en ella”. La dejé de ver. No tanto por sus actitudes, que eran diversas (se volvió una niña materialista, con lenguaje de moda, actitudes placenteras y desubicada), más bien la dejé de ver porque también dejé de ver –por otra situación– a su “mejor amiga”. La volví a ver en el Künda Vâr. Con el gañán. Realmente no me asombré. Me entristeció. No es ni la sombra de aquella mujer, en la amplitud de la palabra, que mantenía excelentes calificaciones y podía hacer que cualquier hombre la admirara y la contemplara como un futuro formal y serio.

Como era de esperarse, la niña no se separaba del gañán, el cuál, sin respeto alguno –como lo va a tener si ella no se lo pide ni se lo da– no dejaba de agarrarle las nalgas, besuquearla enfrente de todos y demás acciones. Algunos la llamarían puta…no es puta, las putas cobran y por necesidad.

La transformación fue radical. Indudablemente el entorno influyó. Dejó de llevarse con aquellas amistades que la ubican en la tierra y le hacían ver sus errores. Los amigos no sólo son para divertirse, también apra llamar la atención y ser freno de excesos. Inclusive su “mejor amiga” solapaba sus acciones. Su “mejor amiga”, que también la vi en Künda Vâr, no dijo nada al respecto e inclusive llegó con ellos. Júntate con lobos y aprenderás a aullar. Indudablemente. Y como si no fuera suficiente mi asombro, otra de sus amigas (vaya grupito), que realmente la tenía por niña increíblemente decente y respetable, en un dos por tres se atascó (así como lo oyen) con uno de mis amigos. Cerda la situación. Cerda.

Transformaciones que ocurren, no siempre, pero de vez en cuando en ciertas personas. No es casualidad, dichas personas tienen una autoestima sumamente baja y son muy inseguras, por lo cual, a la vuelta de cambios, se transforman con tal de encontrar aquello con lo que no cuentan dentro de ellas mismas. Psicológicamente son personas que viven en la incertidumbre e inseguridad, que las odian, pero se las proporcionan a los demás. Son personas contradictorias que, después de la transformación, llegan a sus casas, se esconden en sus cuartos y lloran en la oscuridad, por no sentirse satisfechas y no encontrar aquello que sólo el amor te puede dar: reciprocidad. Al día siguiente salen y vuelven al círculo vicioso de irrespetabilidad.

Sin embargo existe siempre una alternativa. Una salida. Siempre y cuando, claro, uno la quiera tomar. Así como se transformaron se puede cambiar. Existe gracias al cielo un retorno a lo que éramos antes. Para eso existe la memoria. Para regresar a aquello que hicimos bien o mal y retomar. Por supuesto es necesario el valor y la seguridad en uno mismo para cambiar (cosa que trágicamente les falta a esas personas) lo que lo vuelve difícil. Primero que nada tendrían que salirse de la manada de lobos y para dejar de aullar. Dime con quién andas y te diré quién eres. Refrán que juzga pero que no deja de esconder la verdad. ¿Alguien no está de acuerdo? Respetable, sólo piensa: si tu moral y principios son definidos ¿te vas a hacer amiga de putas o amigo de ladrones? No, porque si no estás de acuerdo y no te gusta lo que hacen...¿para que vas?
Analizando situaciones y lamentando el destino de las pobres zorras (los animales)

Vargas Gómez 20 mayo 05

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin duda alguna, el caso de esta niña que tu describes, es un caso muy comun en estos dias. No se porque hay mujeres que no se tienen ningun respeto, y caen tan bajo. YO como mujer, de verdad me enoja mucho cuando veo a niñas que se dejan irrespetar por los hombres y quisiera hacer algo para que abran los ojos, pero desgraciadamente, las niñas en estas situaciones se vuelven tan ciegas!!! (Gaby Mendoza)