DE CUÁNDO ÉL SE FUE

Nunca se debería poder jugar con los sentimientos de una persona. Debería ser penado por una tribunal celestial el tratar de cosificar, volver objeto, el corazón de un hombre o mujer. Se debería de respetar, aunque fuera por compasión, el alma de una persona que, alguna vez, te amo. Y tú, no dices más.

Ahora lo puedo ver mejor. Ahora me siento como si hubiera abierto por fin la puerta de la casa de la que no me quería salir, para ser deslumbrado por la luz del sol y bañado por el aspersor prendido del jardín. Ahora lo puedo ver mejor pero en ningún momento recibí la ayuda de quién la necesitaba. Si, no puedo negar que eso me duele y me afecta de cierta forma, puesto que siempre he sido un tipo muy sincero y recto; jamás aparentando o escondiendo mis sentimientos. He tratado de ser feliz.

Agradezco todo. Le agradezco las lágrimas, las risas, los sudores. Le agradezco la vida que me entregó aunque nunca me fije que tenía fecha de caducidad. Agradezco todas las enseñanzas que viví de la mano y que soñé acostados. Agradezco tanto y tanto que los dedos se me debilitan al recordar.

Escucha una cosa: hasta el momento te sigo amando. Sin embargo, no te deseo lo mejor, tampoco lo peor. Te deseo que te vaya como te tenga que ir, tal y como hayas actuado. Un tiempo te deseé una nube en un suspiro, un rayo de sol ofrendado en un beso, un beso que arranque el arco iris del cielo; en su momento te lo di, aunque por vericuetos y siniestros caminos de la vida preferiste dejar de tener. Se que algún día los llegarás a necesitar, aunque dudo mucho poder volvértelos a dar. Contigo aprendí lo que significa amar y odiar. Contigo aprendí lo que significa soñar.

Ya tengo las fuerzas para volver a amar a alguien más, si. Me costó más de lo que alguien se puede imaginar. Me costó horas de insomnia fatal y una que otra amistad. Me costó una vida juntos y las fotos y videos del lugar. Me costó mi propia alma que estuvo a punto de perderse en un páramo sin sentido a la expectativa de un rayo de luz. Ahora ya tengo las fuerzas de algo más. Lo anterior no contradice lo que escribí un párrafo atrás, al contrario, enfatiza la sangre que dejó de entrar en mi corazón; si, te puedo amar hoy y mañana, pero algo me dice que ya no hay más.

Sé que por siniestros y lóbregos misterios de la existencia, tu y yo ya no somos más TuYo. Se ha roto el círculo y lo he aceptado ya. Si bien este espacio fue creado en su momento para mantener un lazo invisible entre tu alma y yo, ahora ha trascendido y ha alcanzado, casualmente, otras personas que parecen querer un poco más. Ha llegado más allá de lo que tenía planeado y me ha servido para poder hallar una respuesta a la pregunta que no quisiste responder jamás. Podría sonar a reclamo, podría sonar a mentada, pero no es así, es sólo un acto de sinceridad conmigo mismo y contigo. Hasta las lágrimas amargas que tuve que tragar te las agradezco con mi vida y más, porque se que no volveré a tragar igual.

Te amo, te podría decir que hasta el momento has sido la mujer de mi vida. Esta, carta de despedida, no pretende ser otra cosa más que una afirmación del amor que siempre profese y que siempre seguirá viviendo, aunque ya no te vaya a ver.

Olvidarte se que jamás lo podré hacer, al igual que mi olor de tu cabello jamás lo podrás llegar a quitar. Tampoco quiero olvidarte, sería negar lo que felizmente he aprendido, sería renegar de esas charlas interminables con aroma a café, juegos de mesa desnudos al sol, las cortinas y la alcoba que fueron cómplices de nuestro amor. Estoy seguro de que podría haber entregado mi vida y fuerza enteras porque la luna se meciera en tu almohada, como nadie jamás te lo podrá regalar; sin embargo ahora me veo librado de ello para encontrar alguien más a quién se la pueda entregar. Estoy seguro de que, cómo yo te amé, nadie más lo podrá hacer jamás. Atravesar desde pasillos de hospital, quirófanos, hasta bombas de sangre en el pulmón, son tan sólo unos de tantos caminos que se que no habrá otro más que tenga las fuerzas de superar.

En verdad te deseo lo mejor, has sido lo más maravilloso que Dios jamás me pudo mostrar. Con todos tus defectos, inseguridades y errores, eres, sin duda, alguien excepcional a quién pude amar. Te amo y te deseo lo mejor. Que no hayas elegido mal, no voy a ser yo el que va a juzgar, porque a la vuelta de la esquina las lágrimas pesan más que losas en el mar. Te amo y te deseo lo mejor porque yo quiero levantarme y andar…andar otra vez, allende al mar.

¿Si nos encontraremos? No lo se ¿si nos juntaremos? menos lo se. No sólo depende de ti, también de mí. Aunque si bien es lo que menos me preocupa ahora y eso te lo agradezco a ti que me lo quisiste hacer saber sin que tú lo quisieras así, quizá, algún día, las estrellas dibujen el nombre del otro, iluminando lo que, por el bien del que lo vea, parezca ser todavía la Calle poco transitada de los faroles enamorados.

- Una vez que terminó de escribir, cerró el cuaderno. Arrancó la hoja. Prendió el termostato y con todo y carta se lanzó al vacio del vértigo. Llevando consigo el peso de su existencia y dejándose llevar por esa insoportable levedad que, como dijera Kundera, caracteriza a nuestro ser.

Pero la carta si llegó. Se la entregó un emisario en un café un domingo como cualquier otro domingo y que se olvidaría a sí mismo por la fuerza del destino. Se la entregó la sombra y ella la recibió sin una lágrima ni arrepentimiento. Triste alma y pobre, muy pobre espíritu. Él se paró y la dejó sola con su lástima. No podía haber más que eso.