11.12.06

RECUERDOS ACUARTELADOS

Mi cuarto es una trampa mortal. Por cada rincón acechan pasados olvidados y en las sombras descansan recuerdos que esperan para azotar la memoria. Es cómo hacer un paseo alegórico por mi mente y corazón: la personificación de mis sentimientos y vivencias se encuentran en el techo, paredes y cajones. Ah, pero que miedo de vez en cuando…

De vez en cuando me encuentro con callejones sin salida, como cuando me decido a poner un poco de orden en mi habitación y llego a lugares insospechados, de los cuales había olvidado su existencia, para enfrentarme con un golpe en el corazón con cartas posfechadas, camisetas con el olor imperturbablemente eterno, juramentos de amor inmortal y fotos de fantasmas que merodean por la alcoba.

Y es que, si bien cada centímetro de pintura tendría que ser cambiado para que se borrara la imagen impactada en las paredes o, también, cambiar los muebles comenzando por la cama, uno aprende a vivir con ellos, nunca aprendemos a vivir con otras cosas a las cuales preferimos esconderlas, para olvidarlas y si las volviéramos a encontrar considerarlas como vestigios de antiguas épocas que vienen resonando en nuestro presente. Por eso, dijo el poeta, se invento el entierro, para que hagamos razón de que los muertos nos han dejado y los estamos depositando.

Sin embargo no es una buena opción el hacer hoyos en medio de mi cuarto para enterrar esos muertos, fantasmas y recuerdos, no vaya a ser que un día a la mitad de la noche, cuando más sed tengo, me tropiece y caiga en uno de ellos. Tampoco representa una opción el irlos a enterrar a las faldas de esa montaña mágica en la cual todavía residen caballeros, princesas y muelles abandonados a los cuales sólo les cantan ruiseñores enamorados; el día que quisiera ir a visitar los entierros me quedaría tan lejos que probablemente me perdería en el camino o no volviera nunca más a echarles una oración de buen descanso. y es que, forzada la expresión anterior, no hay que olvidar por completo ya que forma parte de las huellas que dejamos en un camino que se va borrando conforme lo dejamos atrás. Huellas que sólo nosotros sabemos lo que nos costó imprimirlas en la tierra, fango o sal.

Así pues, es por ello que me encuentro con esos vestigios en la mitad de la penumbra cuando me dispongo a poner en orden mi alcoba. Y entonces no sé que hacer con ellos. No sé si tirar, reír, llorar o rezar. No los puedo quemar, eso lo sé, ya que el espíritu y su aroma quedarán flotando en el aire y aunque me los llevara a una pradera lejana, cercana a la Boca del diablo, me impregnaría con su olor y su espíritu podría seguir el rastro y reclamarme por las noches el por qué de la incineración. Definitivamente es un juego de trampas, un juego que en algunas partes se torna perverso y en otros rincones es inocente.

Mi cuarto es un juego. Así se ha construido. Es una constante interacción conmigo, con lo que he sido y con lo que he querido dejar atrás sin enterrarlo muy lejos, allá. Es una trampa que encierra muchos artilugios y querer desactivarla implicaría nulificarme a mí. Es mortal, tarde o temprano morirá eso me queda claro, lo más seguro cuando yo muera y ambos desaparezcamos con nuestra significación y entendimiento, pero por lo pronto resulta tan mortal, principalmente para mí, con todos esos recuerdos olvidados acechándome como el corazón palpitante sin culpa debajo de un montón de libros o escondido en el cajón al lado de mi cama, esperando el menor descuido para saltar y robarme la respiración en un golpe de vista y dejarme tumbado, admirando las banderas del techo de mi habitación. Mi cuarto es una trampa mortal.

Limpiando mi cuarto

VARGAS GÓMEZ

11 DICIEMBRE 2006

P.D. fuerte coincidencia. Mi medalla del Congreso me la dieron por la ponencia que presenté el 07 de diciembre de 2004 y el 07 de diciembre de 2006 di mi conferencia. Dato curiosísimo.

2 comentarios:

Zereth dijo...

He pasado a visitar tu blog, te agrego a mi lista de blogs y te leo con calma.Mientras terminas de escombrar en tus recuerdos.
Hasta otra ocasión.

J. F. Santoyo dijo...

Si no fuese por los recuerdos, nuestra identidad y nuestro "yo" actual se debilitaría... Tenerlos a la mano, como bien señalas, es algo que puede volverse una tramap, pero prefiero andar evitando trampas a quedarme en el eterno reproche de haberlas borrado... Saludos!!!