11.12.07

Del rencor y sus penumbras

Me dieron ganas de retomar un texto que escribí no hace mucho, hace tan sólo unos meses, este mismo año. Lo retomo por varias razones, la principal -para no exponer todo un caso que ha acontecido en mi vida con una persona, de por sí, indeseable- porque estaba revisando el otro blog que cree y que por circunstancias diversas pocas personas llegaron a visitar...

El texto se titula igual que esta columna y, bueno, se los dejo, así como yo me dejo por aquí...a ver que les parece, por lo pronto les mando un abrazo y si, es una verdadera penumbra el rencor...

Quizá no haya sentimiento más destructivo que el rencor. En estos momentos me vienen a la mente –y mi corazón se estremece al recordarlos– algunos sentimientos parecidos como el resentimiento o el odio, sin embargo no creo que estén a la altura demoledora del rencor.

El odio, por ejemplo, es más un sentimiento que se provee de una acción pasada con un otro o suceso y que, al afectar algunas fibras de nuestra existencia, nos provoca un sentimiento de repulsión al grado de no querer tener que ver más con el objeto que nos haya provocado dicho sentimiento.

El resentimiento, por otro lado, surge a partir de un sentimiento no correspondido –y vale la pena subrayar la importancia de lo que el sujeto en cuestión esperaba obtener del otro– y que deja secuelas en nuestro corazón sobre el comportamiento del otro con nosotros, provocando recelo en futuras interacciones y que radica, principalmente y como lo acabo de especificar, en nuestro corazón y nuestros propios fantasmas que se proyectan sobre deseos frustrados.

El rencor es acción pasada, sentimiento no correspondido y daño permanente. El rencor se conjuga en pretérito, futuro y pospretérito. El rencor se anida en tu corazón y controla tus acciones, instigándote a golpear donde más le duela al otro. El rencor te quita el sueño porque te pone a cavilar sobre nuevas formas de destrucción y venganza a corto, mediano y largo plazo al mismo tiempo. En verdad no creo que haya sentimiento más destructivo que el rencor.

El rencor es atravesar el camino en medio de las penumbras, en ese momento en que no está totalmente oscuro como para no ver nada pero que no hay la suficiente luz como para distinguir lo que nos rodea, tiñéndolo todo de sombras. Es pensar que esas sombras son el mismo enemigo que está al acecho y que en cualquier momento nos quiere dañar y por lo mismo ir golpeando todas las sombras.

El rencor vive y se reproduce entre penumbras, jamás a la luz directa del sol. Aquel que vive con rencor, pues, es aquel que camina solo por un valle de sombras.

Y lo que me resulta sorprendente es que en mi diario caminar me encuentro con muchas personas que caminan con rencor. Es voltear y ver figuras que se desdibujan, borrosas, grises, que se cruzan en tu camino.

Después de mucho cavilar he llegado a la conclusión que si viven con rencor es porque, irónicamente, el rencor les permite seguir viviendo así. Lamentándose. Curioso, pero después de pensarlo mucho y otro tanto más, el rencor radica en el lamento propio, en el orgullo herido y no en lo que –propiamente dicho– hizo o dejó de hacer el otro. Vivir en la penumbra del rencor es caminar herido en el orgullo propio por que el otro nos hirió y lo que más causa dolor –y el surgimiento del rencor– es el sentirnos traicionados. Es vivir en esa acción pasada recordando lo que nosotros no dejamos de hacer, saborear el sentimiento no correspondido enjuagándonos los labios y la entrepierna con lo que nosotros entregamos, sentir el daño permanente deseando que el otro sienta lo que nosotros sentimos tres veces más.

Y al final el rencor lleva, curiosamente, su nombre con nuestro apellido.

11 diciembre 2007

VARGAS GÓMEZ

1 comentario:

J. F. Santoyo dijo...

La diferencia entre el odio y el rencor, a mi punto de vista radica en la siguiente disyuntiva: El odio surge de lo particular a lo general, por ejemplo: A un niño chiquito si lo pica una abeja y la experiencia es muy dolorosa, crecerá odiando a las abejas. El rencor, por otro lado, radica, como bien señalas en tu texto: el masticar varias veces un mismo error, daño o prejuicio contra algo o alguien en particular, con la particularidad de que, al final, la carga negativa en el rencor es creciente, mientras que en el odio sólo es latente.

Para mí, la clave de abandonar el rencor estriba en dos palabras: perdón y olvido. Y aunque suene raro, para mí es más difícil la segunda (quizá porque siempre me he considerado rencoroso)...

Saludos!!!!