24.1.07

Carretera de Ledesma

Hoy me desperté recordando. Era apenas un ojo lo que tenía medio abierto y por ahí se colaban los recuerdos que llenaban mi habitación.

Tiempos aciagos fueron los que me rodearon y con ellos me levanté. Recuerdo aquellos callejones tan lejanos, más viejos que los bisabuelos de mis tatarabuelos, donde tantas veces me encontré con una botella de vino tinto. Esas largas caminatas que me llevaban de un lado a otro de la ciudad, en medio de la noche o al despuntar el día. Ese silencio que me azotaba nada más abrir la puerta. If I could. Ruidos extraños, sombras que no tenían cuerpo, puertas que se abrían solas y susurros que me despertaban en la madrugada.

Recuerdo aquellos viajes por tierras desconocidas, a través de viajes espaciales que me llevaban a cruzar ríos y montes, la silla y la cama. Mapas que no tenían sentido pero que paradójicamente me proporcionaban uno. Desiertos lunares y ciudades debajo de la tierra, crucifijos templarios y una torre que custodiaba la entrada por mar a la ciudad. Inexplicablemente en todos lados encontraba un pedazo de mí que no sabía como había ido a dar a esos y otros tantos lugares.

Recuerdo la soledad acompañada de un Fortuna en mi boca y un largo café largo en una noche invernal. Recuerdo haber deseado tantas veces cierta presencia que nunca se conjuró. Aquellas llamadas inesperadas, largas charlas que tan sólo prometían e intentaban vanamente convertirse en un puente imaginario por donde cruzaran los dragones, princesas y caballeros.

Recuerdo ese regreso tan esperado y al final tan poco deseado. Recuerdo la extranjería en mí y en aquellos lugares que fueron míos alguna vez. Recuerdo esas manos frías, sus abrazos cortos y los besos forzados. Recuerdo algunas mentiras que no he logrado borrar de mi corazón: mentiras de sangre juradas en suntuosos salones.

Recuerdo aquellas tardes que me invitaban a salir volando sin rumbo fijo. La soledad. Recuerdo la calle de la melancolía por la que ni siquiera pasaba un tranvía pero si un alma fija. Ese sentimiento que me desgarraba por dentro y que sólo yo tenía que cargar con él.

Recuerdo aquel coche tuerto. Recuerdo aquella persecución imaginaria que terminó por volverse fatalmente real para mí. Recuerdo tantas despedidas pero sólo siento una. Recuerdo esa larga travesía por el desierto sin saber por que demonios tenía yo que estar ahí.

Recuerdo las promesas, los sueños, los cursos, las clases. Recuerdo aquel encuentro en el puerto y ese revolcón en la arena. Uno sólo. Ese deseo que perversamente ha sido reprimido hasta la fecha. Recuerdo que oportunamente supe hacerme a un lado de la fuerza de esa roca que tristemente esconde un diamante en su interior pero que no puede si no yacer en el lecho del lago.

Recuerdo que me di cuenta que yo era lo que amaba no lo que me amaba (o quisiera que). Recuerdo ese llanto tan largo y tan desastroso. Recuerdo aquellos juramentos que no se hicieron válidos. Recuerdo mis recuerdos. Recuerdo el aprendizaje.

Y recordando desperté.

Recordando la carretera de Ledesma

24 enero 2007

VARGAS GÓMEZ

1 comentario:

J. F. Santoyo dijo...

Tú lo has dicho mano, dialéctica perfecta... y lo mejor fue que ni siquiera se imaginó todo lo que estaba apsando en esos momentos... "desentendido", esa fue la palabra que usaste, "desentendido", esa es la palabra, que fuerte!!!!

pregunta-pregunta-pregunta-... jajaja!!!!!!