El lenguaje del alma

Me miro en tu reflejo.
Angustiado y temeroso trato de aferrarme a ti, pero tus ojos,
tan llenos de amor y compromiso,
no me permitirían dar el primer paso siquiera.

Y es que no sólo representas lo mejor que he tenido en mi vida,
eres más que una póliza de garantía,
eres lo más cercano a mi ideal;
viéndote de nuevo a los ojos puedo afirmar
que representas mi promesa a cumplir.

Luis Vargas

Dicen que los ojos son el espejo del alma. Los ojos son el cristal por el que se atraviesa el alma, diría yo. En tus ojos te veo mirándome y me veo como soy. En tus ojos soy y, simplemente, me regodeo en ti.

Por los ojos el amor empieza. Son como el punto de salida de la carrera que lleva al corazón. Cuando nos enamoramos de una persona es, antes que nada, a partir de sus ojos. En la mirada que nos clava –literalmente, en el alma– el otro, nos encontramos y nos sentimos a gusto o incómodos. Cierto es que hay distintos tipos de miradas y cada mirada encuentra su igual en otra persona. Miradas que llenas y miradas que alejan, dependiendo de uno será la mirada que clavemos y que dejemos que nos claven.

Creo que los ojos son la parte más enigmática y al mismo tiempo irónicamente reveladora del ser humano. Tan enigmáticos como para cautivarte, para que te quedes sentado esperando una respuesta de esas pupilas que hablan en un lenguaje que sólo el alma puede entender. Tan enigmáticos como para hacerte desear ver mas. Ver. Pero no observar, más bien describir; no ver superficial, más bien interiormente. Ver a sus ojos es adentrarte en el otro. No sólo eres lo que los demás dicen de ti primordialmente, también eres y te ves reflejado en la mirada del otro. El no mirarte implica, llanamente, dejar de existir.

Así, también son reveladores. En la mirada del otro no se pueden esconder las mentiras. En su mirada se desborda el amor y el odio, la verdad y la mentira, el deseo y la negación. La boca es traicionera y lisonjera, sin embargo los ojos hablan con la verdad que el alma desea expresar. Es imposible ver al ser amado y tratar de mirar con desdén o indiferencia; en algún momento el haz de luz iluminará tus ojos para dejar ver que, después de todo, lo amas. Dejar ver.

Algunas veces nos empeñamos en no dejar ver. El miedo a salir lastimados o a la responsabilidad que siempre implica el dejar ver. Miedo a que el alma salga herida por el lenguaje tan claro de los ojos. Miedo a la responsabilidad de, si el otro se entera, tengamos que hacer algo al respecto, desde fundirse en un beso y abrazo o decir “te quiero”. No importa el color y tamaño de los ojos. Tus ojos serán los más hermosos para esa persona.

Algunas veces tus ojos son tan profundos que me dejan nadar en ellos. Algunas veces tus ojos son como un pozo sin fondo que hacen que uno se pierda en él. Algunas veces y en ciertas ocasiones, tus ojos son capaces de iluminar la noche más oscura y convertirse en muelle seguro para el alma del otro. Algunas veces tus ojos son el reflejo del cielo y la pista de que hay algo más allá, de que sin duda debe de haber algo más allá. Algunas veces los ojos nos traicionan y no acompañan a la boca, empiezan a hablar en su lenguaje. El lenguaje del alma.

Hoy, que me gustaría verle en mis ojos y ver a través de los suyos.
02 mayo 05