29.1.08

De tendencias y orfandades…

Tendencias hay muchas. Desde las tendencias artísticas, conductuales, disciplinarias, políticas, económicas… Tantas como gustos y necesidades hay en el mundo. Eso es benéfico, sin duda. Lo que resulta perjudicial son las personas que toman las palabras y se abanderan de las tendencias cantadas por las mayorías, para ejercer el poder.

El señor Andrés López de nueva cuenta ha reafirmado mi tendencia en la opinión hacia él o, se podría decir también, que no me han sorprendido sus últimas acciones y declaraciones. Su tendencia por insultar, por convertirse en algo parecido –por la actitud, por supuesto, no ha tenido el gusto de echarse un alipús conmigo– a un picapleitos de cantina ha sido reafirmada una vez más. Ejemplo hay muchos, por montones, desde antes de su carrera presidencial, mucho antes de su Jefatura del Distrito Federal, antes inclusive de su gobierno en Tabasco; digo antes porque es algo que lleva muy dentro sí –me lo puedo imaginar discutiendo en la escuela por ver quien sacaba primero en el recreo y afirmando que el que le ganó, lo hizo porque se puso “calzones de acero y uso una moneda de doble tache”– y que lo impulsa. Lo avienta.

En este momento no se trata ya de proyectos políticos, tendencias económicas o alternativas de nación –y realmente me pongo a pensar si en algún momento se ha tratado de eso–, se trata simple y llanamente de la obcecación de un individuo necesitado de poder, de reflectores. De un personaje que probó la miel de la luz y se decanta hoy en la hiel de lo común.

La tendencia de Andrés (Manuel) López (Obrador) ha sido siempre la de descalificar todo aquello que se nombre diferente a sus propósitos, tendencia compartida también por sus esbirros –¡piensa rápido, Noroña!– y la gente que ferviente e inconcientemente lo apoya (si, esa misma gente que bloquea, rompe el asfalto, trastorna edificios, irrumpe en Catedral). Hasta el día de ayer su tendencia había sido del corte “machín”, de ese picapleitos de cantina bravucón o del caudillo perdido que se lanza contra el edificio de una embajada a pedradas. Esa había sido su tendencia, no sólo de “machín” –nótese el despectivo del calificativo y de la actitud “machín”– también de machito. Cuando le conviene –como cuando no quiso ir al debate–. Ahora su tendencia ha cambiado. Ahora también es degradar en tanto su condición biológica a una mujer…

Andrés, no me has defraudado, en verdad. Nunca esperé menos de ti.a decir verdad, nunca he esperado nada de ti. Y es que no son tus ideas, son tus descalificaciones.

No son tus discursos, son tus palabras.

No son tus declaraciones, es tu ideología.

No son tus enojos, son tus fantasmas. Tus frustaciones.

No son tus filiaciones, son tus tendencias.

No son tus antepasados, es tu orfandad.

En efecto, tu orfandad, porque se necesita no tener madre para ofender y degradar a una mujer como tú lo has hecho. Permíteme comentar que, más allá de las tendencia de Ruth Zabaleta, ha mostrado más competencia, oficio y profesionalismo al dirigir de manera democrática una institución por demás vital y tristemente prostituida y derruida como lo es la Cámara de Diputados. Y tú…tú hablas de sus piernas y de cómo se ven “tocadas” a cambio de la discusión de la reforma energética.

No estoy seguro de tu tendencia económica (probablemente el populismo). No estoy seguro de tu tendencia política (vas cual goleta al viento, siguiendo el olor del poder en la bandera y color que te acomode). No estoy seguro de tu tendencia artística (no creo siquiera que sepas apreciar lo bello y lo estético). Pero estoy seguro, Andrés, que no tienes madre. Y estoy seguro que esto último sí que lo entiendes.

Un ciudadano harto de los machitos, las pantomimas de sus políticos y del estado de su ciudad y país.

29 enero 2008

VARGAS GÓMEZ


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