17.9.06

El Grito acapulqueño o "No me molestes, ando espondeando"

Ya me lo habían vaticinado. Una semana antes Esponda se había encargado de calentar los motores del autor de esta crónica y de calentar hasta el hielo, excepto el coche, porque iba con el Grillo que también iba calentado. Todos estábamos calentados. Dios. Así pasó la semana hasta que dio el viernes por la tarde y a las 15:15 hrs mi autobús partía con destino a Acapulco, el paradisíaco puerto de México, donde todo puede suceder y se queda guardado en sus playas (hasta los muertos guardan ahí).

El viaje: sin palabras, baste decir que el chofer era muy lerdo manejaba con tanta hueva que hasta el camión se detuvo para no torturarse más. Después de las 5 horas y cacho de camino, llegué. Mi padre, presto, me esperaba en la Terminal y llegamos a mi casa – para ese momento yo ya había hablado con Grillo a quién le notaba la voz rara, muy rara, se notaba ansiedad en el ambiente. Me bañé y esperé a que mi madre terminara de ver la sacrosanta hora de La fea más bella (o también La chingadera más fea) y partimos a cenar. Mi hermanita deseaba un poco de fiesta y mis papás cenar (yo deseaba encontrarme con mi destino) así que le dieron gusto y caímos en el Barbarroja.

Después de cuarenta horas (la exageración es parte de la misma que viví en el Barbarroja) pegamos el Grito, cenamos y a la 01:10 salimos de ahí. Entre el calor de Acapulco, la previa calentada de “trío de tres” de Esponda y el carácter incorregible de mi hermana, yo iba con la temperatura a tope. Así por fin llegamos a mi casa, dejé a mis padres y partí con rumbo a casa de Grillo sin saber realmente como iba a estar la situación. Lo siguiente se puede traducir en múltiples llamadas a través de su Nextel y el mío y fue más o menos así:

- ¿Grillo? –preguntaba mientras esperaba a que él contestara su Nextel.

- ¡Vargas! –el ruido era indescriptible, se escuchaban alaridos de mujeres histéricas, música y cristales entrechocando.

- ¿Qué pedo, dónde estás?

- ¡Wey, estamos en el Alebrije, ya no esperamos más! –en efecto, podía constatar la veracidad de sus palabras a partir de la ansiedad que mostraba al hablar, estoy seguro que con un poco menos de ruido, hasta podría haberlo escuchado bufar.

- Puta madre…no me esperan…bueno, voy para allá –contesté.

- Si wey, cualquier pedo me buscas por Nextel y salgo.

Me dio las indicaciones de dónde se encontraban y me dirigí al Alebrije. Sufrí unos minutos para encontrar lugar dónde estacionar la Pick-up de mi padre y llegué por fin a la entrada. Entré, nuevamente como en Año nuevo, rapidisisisimo –noten el superlativo acrecentado, ya que así fue, ni me tuve que parar. Estaba confundido. Los gritos, el humo, las hormonas, todo estaba mezclado y no los encontraba. Oteaba el horizonte en busca de mis amigos cuando lo ví…

Ahí, a lo lejos, veía a Esponda que saltaba eufórico haciéndome señales, mientras atrás Grillo estaba preparando las ofrendas para Dionisio. “Esto se va a poner heavy”, pensé, y llegué con una sonrisa a saludar a mis amigos. Lo que sucedió a continuación fue una mezcla de barbaridades. Después de haber sido zangoloteado por Esponda –que traía ya varias botellas, no copas, encima–, Grillo me hizo parte de su sacrificio a Dionisio: dos caballitos de un solo, PUM, ya estás. Después de eso, como buen sacerdote del templo, me sirvió un whiskey y comencé a disfrutar del tiempo.

Mientras yo me movía al compás de la música, Grillo rezaba a sus dioses y corrompía a los que estaban alrededor de nuestra mesa y Esponda se azotaba las nalgas al lado de una mujer muy buena pero muy naca que terminó por hacer caso omiso no sólo de él, también de nosotros, por miedo principalmente a Dionisio. Paganos. Estaba en eso, disfrutando de la visión de mi amigo Esponda, cuando Grillo me grita:

- No mames, ahí está el Capi y ¡con dos viejas! –nótese que la sorpresa no era verlo, si no las mujeres que lo rodeaban.

El Capi es su hermano y si, en efecto, había llegado por su parte, sin pagar el sangriento cover de 400 pesos y platicando con dos mujeres algo mayores en la barra. Sus gestos denotaban su calentura y sus cuerpos parecían a punto de fundir. Es importante resaltar en este punto que Grillo se vio como todo un Virrey, el Virrey sacerdote del templo; Don Grillo se había encargado de regalar no uno, ¡dos pomos! jajaja, uno de tequila y otro de whiskey y con ellos se encargaba de realizar sus ofrendas de maldad. Después de aclarado el punto, continuemos con nuestro relato.

El tiempo seguía su marcha. Los cuerpos se juntaban cada vez más y el alcohol parecía inundar como Katrina todo el maldito lugar. Mientras yo disfrutaba viendo el desastre neuronal que acaecía en el local, Grillo se encargaba de corromper a todo aquel incauto que se acercaba a nuestra mesa. Al inicio eran sólo los que nos rodeaban, a los que agarraba por el antebrazo y les daba un caballito de tequila, cuando eso no bastó, Grillo procedió a emborrachar a los meseros y cuando los meseros ya no fueron suficientes, procedió a corromper a los de seguridad, quienes encantados por las ofrendas de maldad de Grillo, rodeaban nuestra mesa ofreciendo sus cuidados de cualquier borracho mientras el Grillo les llenaba de alcohol sus cuerpos. Sus ojos ya no eran normales, oh no, sus antes ojos grandes se habían transformado en unas diminutas cuencas entrecerradas que brillaban con lujuria y perversidad mientras las explosiones ocurrían sin cesar en nuestra mesa; Grillo estaba preparando menjurjes que prometían elevar el líbido y se contentaba con apendejar a todo aquel que se acercaba a nuestro lugar. ¿Esponda? Saltaba, mientras de fondo se escuchaba la canción “no me molestes, ando borracho, no me molestes pues ando borracho”, a lo cual, Esponda se agitaba y tomaba a todas las mujeres del lugar…la canción fue nombrada de otra manera, cuando el Money Maker supera sus expectativas ya no esta borracho, está espondeando.

Tiempo después subió el Capi con sus dos presas. Esponda se perdió y no lo volví a ver y hasta el momento su paradero es un misterio –“Canal cinco al servicio de la comunidad: se solicita su ayuda para encontrar al Lic. Alejandro Esponda, sufre de sus facultades mentales aquejadas por el alcohol, como marca personal encontrarán sus chapitas enrojecidas y su sonrisa de felicidad. El Capi trató de hacer negocios conmigo y me pidió que le ayudara con una de sus presas, que si bien “podía con el paquete” necesitaba que le hicieran el paro. Lo que ustedes, queridos lectores, no saben, es que las mujeres tenían alrededor de 18 años (en cada nalga) y se veían con un kilometraje de aquí a la Tierra del fuego. Mmmm…No. Mi integridad, mi corazón enamorado y, sobre todo, mi salud mental, me impidieron tomar el riesgo. Sin embargo si acepté platicar con ellas, sin embargo cada vez que abrían la boca sus lenguas viperinas salían y empezaban a rozar todo lo que se les acercaba a tan sólo 15 cm de distancia y después me contaron que se hospedaban en el Copacabana, eso fue suficiente. Preferí irme a caminar por el lugar. Ahí me encontré de todo y eso sale sobrando, el chiste es que al regresar el Capi ya se comía literalmente a una de ellas y la otra me veía mientras se agitaba misteriosamente en el sillón…no me acerqué, temiendo por mi vida y mi cartera.

Para ese momento mi cuerpo se encontraba anegado de whiskey y no coordinaba bien mis movimientos, dado lo cual preferí irme. Me despedí y llegué con mucha dificultad a la camioneta. Ahí tuve que detenerme 20 minutos y el whiskey no parecía ceder. Con mucho sufrimiento me subí y llegué hasta mi casa llevado por la mano de Dios. En verdad no sé cómo le hice para llegar, fue horrible, en serio. Me tardé como 45 min en llegar ya que manejaba a 40 km/h y atravesar la Escénica fue eterno, pensaba que iba a hacer mi nuevo hogar en alguno de esos acantilados. Por fin llegué y la noche también fue eterna ya que además no podía hacer escándalo a las 6 am y tuve que tragarme todo, literalmente todo.

El sábado sufrí una cruda de “jijo de Dios” y terminé curándomela en Barra Vieja con mis padres extrañamente comprensivos que hasta me preparaban las cervezas, jaja, los amo. Ayer fue día familiar ya que mi cuerpo estaba devastado y hasta me compraron unos Puma de mieeeedo. Regresé hoy y ya. Ustedes perdonarán la manera intempestiva con la que corto esta crónica pero es que tengo que arreglar unos asuntos panamericanos y el tiempo vuela…

Gracias y au revoir.


p.d. para verificar la veracidad de estos eventos, pueden consultar las imágenes...no mienten

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajajajajaja Hooooooooooooola !!!
Se ve que estuvo divertido el grito... pero el grito de Esponda no no no, como bien sabes como me reí al leer esta columna xq aparte la acabo de volver a leer y es como si hubiera sido la primera vez.

Consejo: Tienen que leer primero la columna y despues ver las fotos para que causen mas gracia de lo que ya son ehhhh.

Y bueno YA jajajajaja

Besis !!!