Recordemos. Johan Cruyff, Pelé, Maradona, Rafael Osuna, Juan Manuel Fangio; todos ellos deportistas de diferentes disciplinas. Todos ellos delgados, no flacos ni físico-culturistas. Delgados. Vamos hasta el Hugo Sánchez o el mismo Charles Atlas –éste último tenía un cuerpo marcado pero no exagerado, era robusto de cuerpo normal–.
Me parece sumamente interesante el giro que ha dado el deporte y su elemento principal (el cuerpo) al paso de los años. Ha dejado de ser primariamente un deporte para convertirse primariamente en un negocio. Atrás los amores por una camiseta, bandera o color; adelante los dólares.
Y es que si hacemos memoria, los deportistas de antes tenían no sólo mayor apego por la institución a la cual representaban –tema que no es de la incumbencia de esta columna–, también tenían cuerpos normales. Normales. No eran cuerpos monstruosos, de dimensiones inimaginables, con brazos gruesos cómo árboles, músculos reventados y cabezas -¿el cerebro también?- chicas. Eran cuerpos delgados, atléticos en algunos casos, formados con ejercicio normal. El culto no era al cuerpo, sino al deporte. El cuerpo era la herramienta del deporte. Tal pareciera que actualmente el deporte es la herramienta del cuerpo.
Los cuerpos se han transformado a formas y tamaños verdaderamente increíbles (espantosos en algunos casos). Los deportistas de ahora son todos con músculos inmensos. Los porteros tienen brazos más anchos que los postes de la portería. Los jugadores con piernas más anchas que el balón en algunos casos. Hasta deportes como el baseball (en el cual los jugadores se distinguen por ser robustos) han sido tocados por el fenómeno. Babe Ruth, el legendario beisbolista, era robusto pero jamás trastocado muscularmente –el argot popular los define como “mamados”, curioso calificativo, la que se han mamado–. El uso de sustancias químicas, drogas de índoles diversas, han generado máquinas en vez de cuerpos. El ideal clásico de cuerpo (recordemos ahora a El David de Miguel Ángel) se borró y parece ser que entre menos se distingan las extremidades mejor. Hasta disciplinas deportivas que jamás fueron consideradas por el cuerpo, tal es el caso del automovilismo, han mamado el ejemplo. Michael Schumacher tiene el cuerpo de un nadador olímpico.
Ha permeado los distintos estratos de la sociedad. El cuerpo de la mujer ha dejado inclusive de ser bello por naturaleza y se ha querido transformar en un palillo de dientes. No digo que esté favor de la gordura –con el respeto de las gorditas que me lean– pero los extremos a los cuáles se ha llevado el culto por el cuerpo son impresionantes. Entre más huesos se le salgan y las piernas más se parezcan a los brazos, mejor. A niveles tremendamente repugnantes han degradado su cuerpo y pasean como grullas a lo largo de una pasarela. Es un reto, entre menos se reflejen en el espejo y mas astillen al abrazarlas, mejor. ¿Es que acaso no se dan cuenta de lo bello que es sentirse realmente abrazado(a)? No es arroparse en un montón de huesos, más bien sentir el calor del otro a nuestro lado…
El culto por el cuerpo ha sido parte de todas las culturas a lo largo de la historia. Los cánones de belleza han representado no sólo el ideal de estética, también los mitos y construcciones de las sociedades. Sin embargo nunca como ahora que en vez de cuidar el cuerpo se le hostiga y fustiga con pesas o falta de comida.
El culto por el cuerpo ha sido trastocado por el mismo conflicto de identidad que aqueja a nuestro mundo. Ya no sólo es quién soy a partir de las pulseritas que use, el nick que me ponga o la ropa que vista, también por el tipo de cuerpo que construya. Irónicamente ningún hombre que haya transformado la historia estaba, como decimos coloquialmente, mamado. Ni Einstein ni Napoleón. Ni Fleming ni Nabucodonosor. Ni Colón ni Hidalgo, García Márquez o Cervantes. En vez de concentrarse en modelar el cuerpo modelaron sus ideales y cerebro.
Es realmente perverso el giro que ha tomado el manejo del cuerpo. Perverso en verdad. Unas “lonjas” de más pueden acabar con la dicha de una mujer. Unos músculos de menos inhiben a muchos hombres. El mismo término “físico-culturista” no deja lugar a dudas: lo más importante es el tamaño y la forma de tu cuerpo. Los gimnasios están repletos de hombres y mujeres infelices con su figura y el reflejo del espejo. El verdadero deporte está en el campo.
Todavía en los 70’s y mediados de los 80’s los deportistas eran “normales”. Curiosamente, por aquellas épocas todavía existían ídolos a seguir: desde políticos hasta guerrilleros. Hoy, que sufrimos por la falta de ideales y hombres que los enarbolen, levantan la mano vedettes como Beckham. El nuevo ídolo es un hombre que juega a ser modelo y pretende ser vendido como un gran jugador, cuando realmente lo que vende son piñas. Gran jugador no lo es. Pero eso sí, ¿Qué tal la mercadotecnia detrás? ¿Qué tal el cuerpo y los peinados? Tristemente los ídolos de hoy no enarbolan ideales y mucho menos esperanzas de un pueblo…enarbolan un corte de pelo, piercings y tamaño del cuerpo, escuchan "rebelde" y se van de shopping.
Definitivamente en gustos se rompen géneros, canta el famoso refrán. Pero me parece que el gusto ha rebasado el género de ficción y se ha convertido en un culto, no por la belleza y lo estético, sino por lo grotesco y fugaz. No olvidemos que el cuerpo dura pocos años firme. No olvidemos que la verdadera belleza no está afuera, sino adentro, en el corazón y la cabeza. No olvidemos a Dorian Gray. De ejemplos mamados se va construyendo el mundo, pero siempre existe un límite. Debe existir un límite. ¿Cuál es el límite?
Yo, sinceramente, sigo prefiriendo a una: chaparrita, cuerpo natural (con sus curvas naturales y cadera femenina) y saludable. No con medidas exageradas. Tan sólo que sea y tenga lo que es ella y nada más.
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