No quiero pensar que no te he tomado lo suficiente después de todo ese tiempo. No quiero que se me ocurra que nunca te haya dicho que he sido muy feliz contigo a mi lado. Tantas cosas que decirte y hacer que no quisiera pensar que no se concretó por que el temor me invadió.
Odiaría sentir que no te amé tan seguido como podría haberlo hecho. No soportaría saber que no te he tratado tan bien como podría haberlo hecho. No quisiera jamás que llegara a pensar que ha sido la segunda mejor cosa en mi vida, cuando en realidad ha sido lo único. Quisiera que supiera que siempre ha estado en mi mente y, por ende, en todas las cosas que habría hecho en mi vida; desde el levantarme por tenerla como leit motiv hasta la última gota de sudor derramado por ella.
Jamás dejaría de tomarme el tiempo. Eso jamás. Me dan miedo las otras cosas, tanto que las enfrento desde ahora para que llegado el momento no se aplicara ninguna de las anteriores premisas con ella cuyo olor estaría destinado a inundar mi cerebro y corazón. Pero mientras, estoy seguro que nunca dejaría de tomarme el tiempo de regalárselo a ella. Así he escogido ser. Nunca lo suficientemente ocupado como para salir a por ella y escuchar lo que tiene que decir. Cualquier otra acción sería poco más que incoherente. Poco prioritario con mi corazón comprometido –no es mi intención entrar a explicar sobre mi aversión por los relojes y los tiempos posmodernos–.
Deseo poder decir al final, rozando sus labios con los míos: siempre estuviste en mi mente. Gracias por haberme dejado ser feliz contigo e intentar todos los días hacerte la mujer más feliz del mundo.
Odiaría sentir que no te amé tan seguido como podría haberlo hecho. No soportaría saber que no te he tratado tan bien como podría haberlo hecho. No quisiera jamás que llegara a pensar que ha sido la segunda mejor cosa en mi vida, cuando en realidad ha sido lo único. Quisiera que supiera que siempre ha estado en mi mente y, por ende, en todas las cosas que habría hecho en mi vida; desde el levantarme por tenerla como leit motiv hasta la última gota de sudor derramado por ella.
Jamás dejaría de tomarme el tiempo. Eso jamás. Me dan miedo las otras cosas, tanto que las enfrento desde ahora para que llegado el momento no se aplicara ninguna de las anteriores premisas con ella cuyo olor estaría destinado a inundar mi cerebro y corazón. Pero mientras, estoy seguro que nunca dejaría de tomarme el tiempo de regalárselo a ella. Así he escogido ser. Nunca lo suficientemente ocupado como para salir a por ella y escuchar lo que tiene que decir. Cualquier otra acción sería poco más que incoherente. Poco prioritario con mi corazón comprometido –no es mi intención entrar a explicar sobre mi aversión por los relojes y los tiempos posmodernos–.
Deseo poder decir al final, rozando sus labios con los míos: siempre estuviste en mi mente. Gracias por haberme dejado ser feliz contigo e intentar todos los días hacerte la mujer más feliz del mundo.
En su debido momento
26 agosto 2006
VARGAS GÓMEZ
26 agosto 2006
VARGAS GÓMEZ
p.d. por los cumpleaños lejanos