18.6.06

El vértigo del Medrano

No termina de caer. De pronto sucede. Vivo tratando de eludir el vuelo por miedo a perderme en mares de oxígeno y que mis párpados estallen como pompas de jabón o que mi cabeza pierda los neologismos y se llene de sensaciones y emociones.

En gran parte es por odio al vértigo. Ese vértigo que nos impulsa a aventarnos a sabiendas del trágico final. Y así vivimos, caminando al filo del barranco, arriesgándonos, soportando el vértigo, por momentos…

El enamoramiento es el preludio del vértigo. Es esa primera sensación cuando apenas tu cuerpo se comienza a asomar al vacío, poco antes de que tus ojos contemplen el vacío entre tú y el suelo. La tierra. Es la misma sensación que cuando la ves. Vértigo. Y nos dejamos vencer, nos vence esa levedad a la cual le hiciera el amor Kundera. Es entonces cuando de verdad comienza esa lucha entre el peso y la levedad, entre la tierra y el vértigo, entre el corazón y la razón.

Lucha entre dos cuerpos, dos pasados. Lucha por dejarse ver sin mostrarse al completo por temor al desengaño, a quitarse la venda un metro antes del suelo. Y sin embargo me aviento. Me importa madres lo que me hayan dicho los científicos, me importa poco lo que la razón mencione. Ahí voy. El destino está en nuestras manos para modelarlo. Hoy.

He descubierto con el paso del tiempo que son necesarios dos corazones para mantener el peso, que uno sólo se eleva en búsqueda de otro para que, entre los dos, junten el peso y se mantengan. Esa eterna lucha entre el uno y el nos. Entre el dejar pasar y cerrar los ojos o aferrarse y besar. Decido siempre el segundo, ya que si bien ambas opciones me plantean dolor, por lo menos la segunda fue por la decisión de hacer y de evitar fantasmas de melancolía, prefiero mil veces la nostalgia. Prefiero sonreír con una lágrima en la mejilla por que ya no está, a mirar al fondo, con la misma lágrima, por algo que nunca fue y que, quizá, podría haber sido. Tengo extraños sueños que me dictan el camino, premoniciones que inundan mi vista y, aún así, el camino se llena de niebla.

Esa insoportable lucha por dejarse ver y tocar o no querer. Insoportable ya que terminamos cediendo. Insoportable porque cedemos quizá tarde. Insoportable ya que no es lo mismo cargar sólo a cargar entre dos. Decido aventarme una y otra vez hasta encontrar, limpiarme la sangre de la frente una séptima vez con la sonrisa en los labios por levantarme otra vez. Crecer, configurarme hasta encontrar, así, la manera más cercana para poder volar.
Maldito el enamoramiento que me empuja a volar
Maldito ese lenguaje que no entiendo con la razón
18 junio 2006
VARGAS GÓMEZ

3 comentarios:

J. F. Santoyo dijo...

La lectura de hoy empieza de una forma vertiginosa, irónica y paradójicamente como lo que se cuestiona y se menciona que se "odia", pero de ahí el texto se vuelve autoexplicativo y plantea una posición dicotómica de su autor referente a las posiciones que puede adoptar frente a una situación de enamoramiento y las consecuencias que puede enfrentar en ambos escenarios psoibles, y da sus razones para preferir siempre el segundo camino, el de preferir la nostalgia de alguien que fue y que no está a quedarse siempre con la dudad de lo que "pudo haber sido", quizá mi frase preferida en esta columna.

Saludos Luis, y mantenga su Kunderiana postura. Creo que, a pesar de todo, somos dos personas que pasan por situaciones similares...

Gir dijo...

Son los restos despues de la tormenta.....desolacion, silencio interrumpido por suspiros de resignacion, mente navegando entre conversaciones efectuadas, entre precisas e inventadas, con significados contrarios, imagenes nitidas y borrosas, pesar por lo que pudo ser y no sera, y que ahora se ha de perder por siempre.
Hasta volver a encontar a alguien, e iniciar este ritual perpetuo.

Anónimo dijo...

unfortunately, i don't speak your language... so i couldn't understand everything... but what i did understood was nice. :)